¿Por qué hay que esperar a reformar la Curia?


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José Lorenzo, redactor jefe de Vida NuevaJOSÉ LORENZO | Redactor jefe de Vida Nueva

“Siendo importante esa reforma, ¿por qué dilatar ese otro cambio, más del día a día, de una conversión personal que, consecuentemente, afectará a las estructuras de la Iglesia…?”.

Tres meses al frente de la Iglesia universal y el papa Francisco mantiene intacto el idilio no solo con buena parte de los medios de comunicación, sino con la inmensa mayoría de los fieles.

Como sucede también con los enamoramientos, vendrá el día en que aparecerá el primer desencanto, la rendija por la que se irá escurriendo esta especie de encantamiento obrado por un hombre al que se le entiende todo lo que dice y que, con sus gestos y palabras, ha rescatado el estilo genuinamente evangélico de las estancias en donde estaba confinado. Por eso es tan importante que se vaya asentando, consolidando con hechos concretos lo que ahora deslumbra, engancha y emociona, antes de que se empiece a reprochar que este papa habla con titulares pero no actúa.

Apenas cien días desde que un grupo de ancianos asustados rompiese el billete de vuelta a casa de otro anciano que se lavaba la ropa del día siguiente antes de acostarse, esa mayoría del pueblo creyente ha recibido un máster en eclesiología, teología, cristología y doctrina social juntas más valioso que bastantes encíclicas.

Así, saben que la Iglesia ha de ser pobre y para los pobres; que el poder es el servicio; que Dios no se cansa de perdonar; que los pastores han de oler a oveja; que lo que tiramos se lo robamos de la mesa a los pobres; que la Iglesia no es una niñera ni Dios un espray, difuso y diluido; que el dinero debe servir y no gobernar; que a la Iglesia no se entra para hacer carrera, sino para salir a las periferias… ¿A qué esperar, pues, para poner eso otra vez en práctica?

La prensa –pero no solo ella– cifrará sus expectativas sobre este pontificado una vez conozca los cambios que efectúe Francisco en la Curia romana. Y le juzgará por ello. Pero siendo importante esa reforma, ¿por qué dilatar ese otro cambio, más del día a día, de una conversión personal que, consecuentemente, afectará a las estructuras de la Iglesia en las propias diócesis, conferencias episcopales, parroquias…? ¿Qué impide ya oler a oveja, erradicar la condena, recuperar la misericordia, relajar los rostros y las miradas?

Se dice que hay diócesis que, tras ver al Papa imponiendo sus manos a un enfermo, están desempolvando los manuales de exorcismo a toda prisa. ¿De verdad es eso lo prioritario? El Papa necesita ayuda ahora, y no solo la que le pueda brindar la Curia romana.

En el nº 2.852 de Vida Nueva.