FERNANDO SEBASTIÁN | Arzobispo emérito
“Si el Papa va por delante, nosotros tenemos que ir detrás. Los cristianos tenemos que ser más claros y más firmes en nuestra fe…”.
El papa Francisco ha sido muy bien recibido, dentro y fuera de la Iglesia. Sus primeras decisiones han fortalecido las esperanzas de una renovación general. Pero conviene ponderar bien las cosas para no hacernos ilusiones vanas.
La renovación de la Iglesia no equivale a lo que podríamos llamar su modernización. La Iglesia se renueva cuando es más fiel a sus orígenes, a las palabras y a los ejemplos de Jesús. El modelo de la Iglesia es Jesucristo y la comunidad de los que vivieron con Él, no las costumbres o los gustos de cada época.
El Papa hace muy bien en simplificar algunas cosas e intentar que la Curia pontificia sea más transparente, más eficaz, mejor colaboradora en su servicio a la Iglesia universal. Pero renovar la Curia no es renovar la Iglesia. Tenemos que caer en la cuenta de que esa Iglesia que esperamos que el Papa renueve somos nosotros, los cristianos.
Si el Papa va por delante, nosotros tenemos que ir detrás. Los cristianos tenemos que ser más claros y más firmes en nuestra fe, más decididos en nuestra esperanza de la vida eterna, más efectivos y generosos en el ejercicio de la justicia y de la caridad. Tenemos que traslucir la bondad de Jesús. Cada uno en su lugar, y de acuerdo con su vocación y sus obligaciones personales, en la vida familiar, en la vida profesional, en nuestras relaciones sociales, en el ejercicio de nuestras responsabilidades políticas.
No pongamos sobre el Papa nuestras responsabilidades personales. Hagamos el esfuerzo de ser mejores. Lo que el mundo necesita y espera de nosotros es una renovación espiritual generalizada en las familias cristianas, en los sacerdotes y religiosos, en el conjunto de la comunidad cristiana. Este será el verdadero milagro del papa Francisco.
En el nº 2.853 de Vida Nueva.