ABEL TORAÑO, jesuita | He vuelto de la JMJ de Río de Janeiro con la sensación de haber vivido días inolvidables. Poco importa si el clima no ayudó, o si fue difícil moverse. Todo forma parte de la experiencia. Lo que permanece es el entusiasmo de unos jóvenes que, desde su enorme diversidad, sienten a Francisco como su papa.
Se le siente cerca. Todos quedamos con la sensación de que nos querría dar un abrazo entrañable a cada uno de nosotros, uno a uno. Jóvenes de mi grupo decían: “Es que tiene cara de bueno”. Y quizás es eso: todo empieza por la bondad.
Sus palabras son directas, dichas con energía y entusiasmo, en un lenguaje que todos podemos entender, con imágenes que se recuerdan fácilmente.
El Papa ha animado a todos los jóvenes a ser protagonistas, a “hacer lío”.
Con dos matices importantes: todo y ya.
En la vigilia del sábado, nos invitó a entendernos y vivirnos como campus fidei: campo de la fe donde se siembra la buena semilla del Evangelio. Un campo para dejar que Dios siembre, un campo para entrenar y crecer, un campo para construir Iglesia y Reino juntos. Fueron tres palabras, no más que tres. No hace falta más.
Palabras que no son teoría, sino pregunta para que cada joven responda a Dios. Y ahí hay todo un mensaje: es posible encontrarse con Cristo cuando hacemos silencio y dejamos que el corazón dialogue con el mejor amigo. No ha habido momento de encuentro con Francisco en que no se nos haya invitado a hacer silencio. Impresiona ver a tres millones de personas en silencio, orando, dejando que nuestro Dios hable al corazón.
Corazón sí, intimismo no. El Papa ha animado a todos los jóvenes a ser protagonistas, a “hacer lío”. Con dos matices importantes: todo y ya. No debemos tener miedo a darnos del todo, no podemos entregarnos a medias.Y esto es para ya.
En resumen, el Papa nos animó a todos a ser “discípulos misioneros”: jóvenes alegres de seguir a Jesús y con una buena noticia que transmitir a nuestro mundo, comenzando por las periferias.
En el nº 2.860 de Vida Nueva