Tribuna

Hablándonos de corazón a corazón

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Santiago García Aracil, arzobispo de Mérida-BadajozSANTIAGO GARCÍA ARACIL | Arzobispo de Mérida-Badajoz

“Me alegra constatar que mantiene el estilo que le caracterizaba como pastor de Buenos Aires. Estimo que sabrá compaginar la cercanía de su estilo pastoral con la plena conciencia de su actual vocación específica y que mantendrá siempre su consigna de ser un Pastor “con olor a oveja”…”.

Santo Padre:

No quisiera que mi carta fuera motivo de vano entretenimiento. Me gustaría que tuviera el aire de una fraternal conversación. Me alegra que haya insistido en su condición de Obispo de Roma. Con ello ha acentuado su fraternidad con el colegio episcopal. Agradezco que nos haya recordado la realidad de nuestra pobreza personal y la seguridad de que, en nuestra pequeñez, obra la magnanimidad divina capaz de sacar de nuestras limitaciones ministros suyos. Nos estimula a cultivar el amor a Jesucristo y a la Iglesia, necesarios para ser valientes a prueba de fe y actuar con la humildad de san José, con el temple de san Pablo y con el espíritu de permanente conversión de san Pedro. Santidad, vuélvase de vez en cuando y confirme a sus hermanos.

Me alegra constatar que mantiene el estilo que le caracterizaba como pastor de Buenos Aires. Estimo que sabrá compaginar la cercanía de su estilo pastoral con la plena conciencia de su actual vocación específica y que mantendrá siempre su consigna de ser un Pastor “con olor a oveja”.

Santo Padre, no le quepa la menor duda de que pediremos a Dios que le mantenga siempre en la decisión y en la gozosa esperanza de quien asume la cruz que comporta una misión tan digna, tan elevada, tan observada y tan diversamente interpretada.

El Señor le ha elegido para conducir
a la Iglesia de Jesucristo en “tiempos fuertes”.
Para que asumamos esta llamada
nos recuerda que debemos tener limpieza de miras,
grandeza de corazón, renuncia a todo personalismo y
una profunda conciencia de que
el verdadero sujeto de la acción pastoral es la Iglesia.

Me alegra, Santo Padre, que desmitifique, con sencilla naturalidad, algunos de sus gestos que comenzaban a ser interesadamente instrumentalizados. Me refiero, por ejemplo, al acierto de clarificar que su interés por tomar como residencia la de Santa Marta en lugar del sencillo apartamento papal del Vaticano no se debía a ninguna obsesiva austeridad, sino a la necesidad de sentir cerca a otros hermanos que le ayudan en el servicio a la Iglesia; sobre todo siendo miembro de la Compañía de Jesús, que comporta vivir habitualmente en comunidad. Sabemos que vivir apartado de las naturales relaciones humanas endurece la ya inevitable soledad inherente a la responsabilidad pastoral del papa.

El Señor le ha elegido, Santidad, para conducir a la Iglesia de Jesucristo en “tiempos fuertes”. Para que asumamos esta llamada nos recuerda que debemos tener limpieza de miras, grandeza de corazón, renuncia a todo personalismo y una profunda conciencia de que el verdadero sujeto de la acción pastoral es la Iglesia. A ello tenemos que ayudarnos hablando entre nosotros “de corazón a corazón”, sabiendo que “Dios es sorpresa” y que también se manifiesta en la colegialidad y en la colaboración episcopal.

Solo así tendremos el coraje de “salir a la calle” y “armar lío” abriendo la ventana de la fe hacia horizontes nuevos, motivadores de la verdadera esperanza. El mundo está cerrado en sí mismo, decepcionado y triste. Ello nos urge a ofrecerle el mensaje y la experiencia de Jesucristo de que debemos ser portadores, unidos “para que el mundo crea”.

Gracias por su llamada a la unidad en la comunión eclesial y en la colaboración pastoral, siendo pastores y no “peluqueros”. Agradecemos su mensaje de ternura y de comprensión, a la vez que sus advertencias, tan claras como oportunas. No es fácil conseguir, en la necesaria renovación eclesial, el equilibrio entre la reforma de estructuras, la renovación interior y la paciencia necesaria para sembrar y respetar el ritmo propio del desarrollo de la semilla.

Dios es quien da el incremento; pero no suprime el riesgo que comporta la libertad humana. Esto nos ha de ayudar a ser humildes y tener paciencia, sabiendo que nada de lo humano es definitivo en la obra de la evangelización.

Me alegra que insista sobre la necesidad de
contar con los laicos, acogiéndolos, escuchándolos
e integrándolos en la misión de la Iglesia,
actuando dentro y fuera de ella.
Ciertamente, “estamos muy atrasados en esto”.

Me alegra que insista sobre la necesidad de contar con los laicos acogiéndolos, escuchándolos e integrándolos en la misión de la Iglesia, actuando dentro y fuera de ella. La luz de Cristo parece apagarse en las instituciones sociales de todo tipo y nada se puede hacer para superar este vacío sin la intervención responsable, valiente y continua de los seglares cristianos bien formados y decididos. Ciertamente, “estamos muy atrasados en esto”.

Agradezco su valoración de los jóvenes como “ventanal por el que entra el futuro en el mundo” y puerta abierta a la esperanza en la Iglesia. La juventud merece toda la atención en sí misma, y no solo mirando al futuro. Con ellos hemos de encontrarnos necesariamente “en el tejido social”, proponiéndoles el mensaje de Jesucristo sin manipulaciones ideológicas. Han de ser cristianos auténticos en su mundo.

Gracias, Santidad, por su paciente atención. Que la santísima Virgen María le acompañe y proteja siempre.

En el nº 2.861 de Vida Nueva.