¡Arriba el periscopio!

Carlos Amigo, cardenal arzobispo emérito de SevillaCARLOS AMIGO VALLEJO | Cardenal arzobispo emérito de Sevilla

“El Papa es el custodio y maestro de la fe, no un visionario ni una especie de mago que va sacando de la chistera objetos sorprendentes…”

Es decir, que hay que poner las cosas en su propio lugar. Advertencia desde la sensatez y del actuar con rectitud, pues hay quien se empeña en hacer todo lo contrario de lo que conviene y se necesita.

Lo del periscopio, símil prestado del manual del submarino, es uno de los contrasentidos que aparecen frecuentemente en cómics destinados a hacer reír a la gente menuda con las torpezas del marino patoso, que siempre confunde las órdenes del capitán y, en lugar de lanzar el periscopio más allá del nivel de las aguas, lo dirige hacia las bodegas y los bajos fondos y, naturalmente, no se divisa nada o todo lo contrario de lo que se pretendía.

El papa Francisco está insistiendo mucho en la necesidad de vivir en la esperanza que se nos ha dado. Es virtud que lleva a ver y comprender el bien. A saber otear el horizonte y a asumir las responsabilidades del presente de una manera consciente. La esperanza no defrauda, pero es necesario hacer un prudente discernimiento para no dejarse engañar por falsos señuelos de promesas utópicas y fuera del espacio en el que se encuentra la verdadera esperanza.

La esperanza no es una expectativa, sino el convencimiento de que aquello que se promete en la palabra de Dios se cumplirá plenamente. El campo donde está sembrada la esperanza es el del reinado de Dios, así que no hay que pretender que nazca y se desarrolle en ámbitos y declaraciones de intención que nada tienen que ver con lo que se ofrece en el Evangelio de nuestro Señor Jesucristo.

Ante los gestos y las palabras del papa Francisco para situar su ministerio universal en el lugar donde la Iglesia necesita su acción y presencia, algunos están a la expectativa de lo que pueda hacer y de aquello de lo que se deba prescindir. Pero no son razones de esperanza evangélica en las que se apoyan, sino en la realización de unos proyectos acomodados a determinadas opiniones, ideologías, grupos de presión o, simplemente, para alimentar la curiosidad de lo que puede ser novedoso.

El Papa es el custodio y maestro de la fe, no un visionario ni una especie de mago que va sacando de la chistera objetos sorprendentes. Por todo ello, no se le puede pedir que haga excepciones y cambios en lo que es inmutable. Otra cosa distinta es la actualización, el aggiornamento y el estar atentos a los signos de los tiempos, pues en ellos también habla Dios.

Así que no se olviden de situar el periscopio de la esperanza en su propio lugar para poder ver lo que de verdad pertenece a ese gran espacio de la luz de la revelación. El horizonte que se divisa es grande y luminoso, produce seguridad, pues la palabra de Dios está comprometida en ello. El resultado no puede ser otro que el de navegar con tranquilidad y saber sortear los posibles obstáculos que las sinrazones humanas pueden presentar.

En el nº 2.865 de Vida Nueva.

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