GINÉS GARCÍA BELTRÁN | Obispo de Guadix-Baza
“La renovación de la Iglesia no debe esperar el aplauso del mundo, sino la fidelidad a la vida que hemos recibido en Cristo…”.
Es difícil sustraerse al debate que inunda la opinión pública, y no solo eclesial, sobre las necesarias reformas en la Iglesia. Sobre el asunto opinan todos, creyentes y no creyentes. Está claro que estamos ante un tema que vende.
Pero es justo reconocer que no es un tema nuevo. La Iglesia, como realidad viva, y así lo expresan las distintas imágenes que la definen, siempre está en estado de renovación o, lo que es lo mismo, de conversión. Hay una expresión, que no es nueva, que reza: Ecclesia semper reformanda.
La llegada a la sede de Pedro del papa Francisco ha despertado en muchos la esperanza de una renovación eclesial; imagino que los mueve la búsqueda sincera del Evangelio, porque no puede haber verdadera renovación en la Iglesia sino en la vuelta a las fuentes, a Cristo. El Papa, con su estilo sencillo y directo, consigue que siempre que lo escuchamos nos llevemos en el corazón una pregunta que solo se puede responder en la intimidad.
La renovación de la Iglesia no debe esperar el aplauso del mundo, sino la fidelidad a la vida que hemos recibido en Cristo.
Por eso, nos preguntamos: ¿qué hemos de reformar? ¿Qué reforma es más urgente en la Iglesia? Es la pregunta que le hicieron a la Madre Teresa de Calcuta, y a la que ella respondió: “Usted y yo”.
Al hablar de las reformas en la Iglesia no se puede pensar ni responder en tercera persona: “La Iglesia debe hacer…”; tampoco podemos identificar a la Iglesia con los que han sido puestos, por voluntad del Señor, al frente. La Iglesia somos tú y yo.
No serviría cambiar las estructuras si no cambio yo. El Papa habla de conversión pastoral, y es que, en la historia, muchos han querido reformar la Iglesia, pero solo los santos lo han logrado.
En el nº 2.871 de Vida Nueva.