JUAN GARCÍA (CÁCERES) | En una de las últimas audiencias, el Papa dijo: “También decimos que es ‘santa’”. Más adelante, continuó diciendo que, en la Iglesia, el Dios que encontramos “no es un juez despiadado, es como el Padre de la parábola evangélica…
El Señor quiere que seamos parte de una Iglesia que sabe abrir los brazos para acoger a todos, que no es la casa de unos pocos, sino de todos, donde todos pueden ser renovados, transformados y santificados por su amor; los más fuertes y los más débiles, los pecadores, los indiferentes, los que se sienten abandonados y perdidos. La Iglesia brinda a todos la posibilidad de recorrer el camino de la santidad, que es el camino del cristiano”.
“No tengáis miedo de la santidad –concluyó Francisco–, de dejaros amar y purificar por Dios… Dejemos que la santidad de Dios nos contagie. Cada cristiano está llamado a la santidad; y la santidad no consiste, ante todo, en hacer cosas extraordinarias, sino en dejar que Dios actúe. Es el encuentro de nuestra debilidad con la fuerza de su gracia”.
Me quedo con estas palabras del Papa.
En el nº 2.870 de Vida Nueva
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