JOSEFA ROMO (VALLADOLID) | El pasado 17 de octubre fue el Día Mundial contra la pobreza. Según Cáritas, la “pobreza severa” afecta ya a tres millones de personas en España. Ahora, en cualquier ciudad hay situaciones de miseria. Si no las descubrimos, ¿no será porque no miramos, quizá para tranquilizar nuestra conciencia?
Como dice el secretario general de Cáritas, Sebastián Mora, “desde la fraternidad nos compromete el sufrimiento de cualquier persona”. Los pobres no dejan impasibles a las personas completas.
Una señora de Valladolid que no almacena porque da mucho, me comentaba: “Tengo amigas ricas; pero no sueltan nada”. Esas personas, aunque van a la iglesia, no son verdaderas cristianas, pues la Palabra de Dios no ha calado en ellas. La Biblia dice: “El que tenga mucho, que dé mucho; el que tenga poco, que dé poco; pero siempre da” (Libro de Tobías).
¿Y cuánto se debe dar? El décimo, insta la Biblia; mientras, la beata Teresa de Calcuta va más allá y dice: “Hasta que duela”. ¿Y cómo debemos dar? Con amor: “Si no tengo amor, nada soy, y aunque dé todo cuanto tengo a los pobres, sin amor, de nada me sirve” (1 Corintios). Creo que es bueno tener presente que la vida es un camino y que, al final, “seremos juzgados en el amor” (san Juan de la Cruz).
En definitiva, se trata de no olvidar estas palabras del Evangelio sobre el Juicio Final: “Venid, benditos, porque tuve hambre y me disteis de comer…”.
En el nº 2.869 de Vida Nueva
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