Un secretario comunicador y viejo conocido en la casa

José María Gil Tamayo, nuevo secretario general de la CEE

José María Gil Tamayo, nuevo secretario general de la CEE

JUAN RUBIO, director de Vida Nueva | Los buenos estrategas saben que una retirada a tiempo equivale a una victoria. Se le suele atribuir esta sentencia a Napoleón Bonaparte, aunque, en realidad, es de Filípides, el corredor del primer maratón griego. Hay vidas que son todo un maratón… Y esa retirada a tiempo es lo que aconsejaron los conocedores de los tempos eclesiásticos al recién elegido secretario general de la Conferencia Episcopal Española (CEE), el sacerdote pacense José María Gil Tamayo.

Hace dos años, y después de trece al frente de la Comisión Episcopal de Medios de Comunicación, se retiró por propia iniciativa a su diócesis de Mérida-Badajoz, retomando la tarea pastoral y prepararando, con períodos en Roma, su tesis doctoral. Forjado en la vieja escuela de la comunicación, de la mano del arzobispo Montero, su mentor, recogió su legado y se puso al día en la comunicación institucional moderna, en las lides de la universidad romana de la Santa Croce. Supo adivinar el futuro de la comunicación.

Y es ese perfil de hombre de la comunicación el que ha llevado a los obispos a decantarse por él. La comunicación ha sido la asignatura pendiente de su antecesor y una de las actuaciones más criticadas en sus diez años.

En el editorial de Vida Nueva de la pasada semana concluíamos diciendo: “La imagen ante la opinión pública es una deuda que la Asamblea tiene pendiente. Y ahora puede saldarla”. La imagen, el mensaje, la relación con la sociedad. Los obispos han valorado más este perfil, olvidando quizás otras misiones del secretario.

Hay algo más también. Se ha buscado a alguien que conozca bien la casa, que restaure modos de trabajo en equipo, creando un clima de armonía que se había perdido. Siempre se quejó el nuevo secretario, y con razón, de las vías paralelas en la comunicación oficial de la CEE. Tiene ahora la oportunidad de facilitar el plan que tanto reclamaba. Será capaz, sin duda.

Pero no ha de olvidar que no es solo la comunicación su misión, sino algo más. Será el secretario de una nueva etapa de la que él es la avanzadilla. Los “príncipes electores”, los arzobispos y algún cardenal que lo han apoyado e influido, miran a las elecciones de marzo y a los relevos en las sedes de Madrid y Barcelona. Bambalinas eclesiásticas más que eclesiales. Todo será mejor, más fácil con un secretario afín. Otras opciones descartadas, como la del obispo de Guadix, hubieran traído una novedad necesaria y saludable, aunque limitada por la dedicación del cargo.

Ante esta avanzadilla del nuevo organigrama de la cúpula eclesiástica en España, se deberían acelerar otros procesos y nombramientos. Roma decidirá. Gil Tamayo, además de afín, es eficaz, leal, abierto y, sobre todo, alguien que sabe hablar antes de disparar. Y eso es mucho.

Y sabrá rodearse de asesores jurídicos (¿Silverio Nieto?), periodistas (¿Rafael Ortega?), portavoces femeninos (¿María Ángeles Fernández?). Hombres y nombres pero, fundamentalmente, una etapa en la que quepan todos y no se sufra lo que él sufrió antes de retirarse a tiempo para esta victoria.

director.vidanueva@ppc-editorial.com

En el nº 2.872 de Vida Nueva.

 

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