(Joaquín L. Ortega– Sacerdote y escritor)
“Benedicto XVI considera la unión de los cristianos como la prioridad de su pontificado. En este caso, Ratzinger se ha atenido al consejo de Juan XXIII: a la hora del ecumenismo hay que imitar al padre del hijo pródigo, saliendo a su encuentro. Si el gesto de Benedicto XVI ha sido para algunos un patinazo, habrá que decir que ojalá todos los patinazos de la Iglesia fueran tan evangélicos como éste”
El lefebvriano y estrambótico obispo Williamson ha irrumpido -como elefante en cacharrería- en el ámbito recoleto del perdón habilitado por Benedicto XVI al levantar la excomunión a los cuatro prelados supervivientes del cisma de Lefebvre. Las destempladas declaraciones de Williamson sobre “el holocausto” y “las cámaras de gas” han desviado inoportunamente la atención internacional de la voluntad integradora del papa Ratzinger. Tan lastimoso desvío, sabiamente reconducido, ha servido para esclarecer la posición de Roma sobre la shoah, para intensificar las relaciones entre la Iglesia y el Judaísmo y para adelantar la buena noticia del viaje papal a Tierra Santa en el próximo mayo.
Orillado ya el patinazo de Williamson, la atención ha vuelto al generoso gesto de indulgencia para con los obispos lefebvrianos. Tal gesto -como arranque de un proceso de integración eclesial- no ha gustado a todos. Conviene recordar que, obrando así, Ratzinger ha respondido a la petición de perdón que le cursaron los cuatro excomulgados. Tampoco hay que olvidar que Benedicto XVI considera la unión de los cristianos como la prioridad de su pontificado. En este caso, Ratzinger se ha atenido al consejo de Juan XXIII: a la hora del ecumenismo hay que imitar al padre del hijo pródigo, saliendo a su encuentro. Si el gesto de Benedicto XVI ha sido para algunos un patinazo, habrá que decir que ojalá todos los patinazos de la Iglesia fueran tan evangélicos como éste. Y eso sin ocultar que, esta vez, en la Curia romana, se ha levantado acta de la falta de intercomunicación con que se ha gestionado este espinoso asunto en el que se juega con la aceptación o no de la autoridad papal y de la integridad doctrinal del Vaticano II.
En el nº 2.649 de Vida Nueva.