FRANCISCO ARMENTEROS MONTIEL (GETAFE, MADRID) | Hace unos días, me sorprendió un amigo, sacerdote, al comentar: “En realidad, el personaje del año ha sido Benedicto XVI, porque, con su renuncia, ha hecho posible lo que está sucediendo”. No recuerdo si calificó esta decisión como acto de humildad o de generosidad. El caso es que quizá tiene algo, o mucho, de razón.
Pero también se pueden encontrar “personajes del año” en otras muchas personas. Por ejemplo, en tantos que pasan inadvertidos practicando un heroísmo encomiable: misioneros que perseveran en zonas de máximo riesgo (a esto se refería F. Vázquez en Vida Nueva hace unas semanas), cristianos perseguidos y asesinados; madres, y padres, de familia “especiales” (por aprovechar el título de un libro reciente: Ha nacido una madre especial, de Leticia Velasquez, Rialp) que cuidan a sus hijos “especiales”; abuelos que mantienen a hijos y nietos…
Además, los premios casi siempre son para los “famosos”, los ricos, los que ya reciben buenas recompensas en su ámbito, como los jugadores de fútbol con lo que les “priman” por ganar el Mundial.
En el nº 2.878 de Vida Nueva
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