VÍCTOR M. MORALES, SJ |
“Estamos llamados en esta Cuaresma a compartir la vida confiando y creyendo en el otro desde acciones de justicia en la comunión de los bienes…”
La invitación del papa Francisco para este tiempo de Cuaresma está fundamentada en las palabras de san Pablo: “Pues ya conocéis la generosidad de nuestro Señor Jesucristo, el cual, siendo rico, por vosotros se hizo pobre a fin de enriqueceros con su pobreza” (2 Cor 8, 9). Una invitación a responder desde lo que somos y tenemos, de cara a ofrendar la vida desde nuestro barro para dar vida a otros.
Esto signica que la conversión a la que estamos llamados tiene tres movimientos en orden a salir de nosotros mismos, de nuestras propias riquezas; donarnos, entregarnos, gastarnos, la capacidad de ejercitarnos en el amor oblativo; agachándonos e inclinándonos ante el más necesitado, el pobre. He ahí la radicalidad a la que estamos llamados en el seguimiento de Jesucristo: ponernos en camino con sentido de encarnar el amor misericordioso.
Para que ello no se quede en buenos deseos, el Papa, en su Mensaje, afirma: “A imitación de nuestro Maestro, los cristianos estamos llamados a mirar las miserias de los hermanos, a tocarlas, a hacernos cargo de ellas y a realizar obras concretas a fin de aliviarlas. La miseria no coincide con la pobreza; la miseria es la pobreza sin confianza, sin solidaridad, sin esperanza. Podemos distinguir tres tipos de miseria: la miseria material, la miseria moral y la miseria espiritual”. ¿Qué he hecho, qué estoy haciendo, qué he de hacer para responder a estas miserias que constato a mi alrededor?
Estamos llamados en esta Cuaresma a compartir la vida confiando y creyendo en el otro desde acciones de justicia en la comunión de los bienes, la búsqueda de sentido vital y la esperanza cierta de quien nos salva y libera. ¡Qué bella oportunidad esta Cuaresma para testificar desde nuestras obras de solidaridad nuestra praxis evangélica!
En el nº 2.887 de Vida Nueva.