CARLOS AMIGO VALLEJO | Cardenal arzobispo emérito de Sevilla
“Hay lobos que se visten con piel de oveja, para engañar, presumir y hacer de hipócrita descarado…”
¡Qué peligro, se le entiende todo! El discurso del parlamentario era incisivo, revolucionario y capaz de causar dolor de cabeza durante una buena temporada a cualquier oposición y Gobierno. En el caso del papa Francisco, el riesgo no está en el sufrimiento que pudiera causar, sino en el admirable compromiso que suscita el llevar una vida coherente con el Evangelio.
Hablando de los iconos evangélicos de lobos y corderos, y con el lenguaje tan directo y claro que le caracteriza, el papa Francisco llamaba la atención sobre la lealtad y la sinceridad que debe tener el cristiano en su relación con Jesucristo. Hay lobos que se visten con piel de oveja, para engañar, presumir y hacer de hipócrita descarado. Y corderitos que toman pieles de lobo para esconder su debilidad, su torpeza o su malicia. Pues te van a comer crudo, dice el Papa, porque el ventarrón se llevará las pieles de la superficialidad, y quedarás a la intemperie y ante los dientes de las gentes que te van a despreciar.
Jesús es el buen pastor que defiende a sus corderos. Les quiere así, como son, como discípulos que se saben guiados por el Maestro. Como pecadores que se dejan perdonar. Como criados que aceptan el ser servidos por su Señor. Hay un santo padre que habla del demonio como de un perro rabioso, pero encadenado, y que solamente puede morder a aquel que imprudentemente se acerca y se pone delante de las fauces del enfurecido animal.
Se ha de tener cuidado en no querer representar papeles que no figuran en el reparto o que no han sido asignados. Por otra parte, lo importante, siguiendo el auto sacramental calderoniano, es interpretar perfectamente, y en un comportamiento coherente y en lealtad, a la vocación y ministerio a los que cada cual ha sido llamado.
Es por demás frecuente, y de lo más molesto y aburrido, el oír hablar de continuo que las creencias religiosas son asunto privado y que les está absolutamente vetada la subida al escenario de la vida pública. Aquí también puede entrar lo de las pieles, la del cordero y la del lobo, que se sacan del vestuario según la conveniencia.
Pero, para el cristiano, no cabe el ser así por la mañana en la misa y de una manera contraria en el salón de té por la tarde, en la asociación de vecinos, en el consejo escolar o en el comité de empresa. No se trata de exhibir medallas y estandartes, sino de aportar y contribuir al bien común de una forma leal, y, en consecuencia, con los principios morales coherentes con los convencimientos religiosos.
No va ser fácil ni cómodo, pero el saber mantener con dignidad y respeto a todos la propia identidad no solo impedirá que te coman crudo, sino que merecerás el reconocimiento social y la bendición de Dios por ser testigo de Jesucristo en medio del mundo.
En el nº 2.889 de Vida Nueva