JOSÉ IGNACIO CALLEJA | profesor de Moral Social Cristiana
“Es lógico que al ministro esta fotografía, tomada a pie de calle, le desazone.
Él prefiere sus variables macroeconómicas…”.
Cáritas ha provocado las iras del ministro de Hacienda, Cristóbal Montoro, por lo que este entiende que es una visión distorsionada de la realidad social española. Solo conozco lo publicado en la prensa, en relación a ese ya discutido Análisis y perspectivas 2014, y su conclusión de que en la sociedad española se multiplican las pobrezas y formas varias de exclusión, a la par que aumentan la desigualdad en el reparto de la renta y la descohesión social.
Es lógico que al ministro esta fotografía, tomada a pie de calle, le desazone. Él prefiere sus variables macroeconómicas, y ahí cabe todo. Primero, son raquíticas y, a la vez, tan opacas para el común de la gente, que muy poco dicen de cómo se logran y a quiénes se benefician.
¿Qué ha hecho Cáritas a través de la Fundación Foessa? Cuestionar ese planteamiento tecnocrático de primero crecer y luego, por derrame, repartir mejor. ¿Por qué? Porque no hay derrame; y porque las personas más vulnerables, en la espera, mueren. Cáritas-Foessa ha apelado a la centralidad de las personas concretas y del bien común efectivo, y ha ensalzado que son las familias y las redes sociales primarias las que están recogiendo a los náufragos.
Pero Cáritas-Foessa ha ido más lejos y ha concretado su denuncia de la injusticia en una medida de mejora humana muy precisa y de mínimos: “Es claramente posible, y no es caro, acabar con la pobreza severa en España. Con 2.600 millones de euros, un coste inferior al rescate de las autopistas, se puede programar y lograr”. Esto a los economistas y políticos los pone enfermos –digo por mi parte– y, cuando me pregunto por qué, siempre encuentro muchas razones, pero la principal es que los deja desnudos en su dependencia del sistema económico-financiero y en su hiperrealismo moral.
Pone a las claras los millones de víctimas que una salida economicista requiere; “y si no te gusta, tengo otro remedio peor”. Y esto, a quienes viven la política con conciencia de ser razonablemente éticos, duele mucho. Es el rey desnudo.
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En el nº 2.889 de Vida Nueva
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