JAIME SEPTIÉN | Director de El Observador de la actualidad (México)
“Trabajar para la Iglesia
no quita la posibilidad de ser mal periodista…”
Quienes trabajamos en medios católicos de comunicación, sean periódicos, revistas, portales digitales, emisoras de radio o de televisión, debemos leer con atención el consejo que dio el papa Francisco a los miembros de una asociación italiana de medios católicos hace un par de semanas.
Los tres pecados más grandes en los que podemos incurrir –el ser “católicos” ni de lejos nos exime de ello– son “la desinformación, la calumnia y la difamación”.
El primer deber del periodista es la verificación de lo que dice. Si no verifica, impone su subjetividad. Y si impone, miente. Ojo: no hay “mentiras piadosas”. Esto no es más que una simple artimaña fugaz de los medios que se creen “buenos”.
La calumnia es decir que el otro hace cosas que no hace. En nuestro medio existe la enorme tentación de achacar acciones a los enemigos de la Iglesia que nada tienen que ver con ellos, sino con nuestra flojera, con nuestro clericalismo, con nuestra ambición de permanecer en zonas de confort.
Y la difamación es la cara brutal del periodismo mal hecho, cuando se habla demasiado mal de una persona, sin saber si ya se arrepintió de lo que hizo.
“Por favor huid de estos tres pecados”, terminó diciendo el Papa a los comunicadores católicos. Y lo hizo con la extrema prudencia del que sabe que todos los que estaban ahí sentían que estaban ahí porque trabajaban para la Iglesia.
El mero hecho de trabajar para la Iglesia no nos quita la posibilidad de ser malos periodistas. Nadie dijo que repitiendo el Mensaje nos íbamos a salvar.
En el nº 2.890 de Vida Nueva