ANTONIO SPADARO | Director de La Civiltà Cattolica
“Francisco ve en la Red la señal de una vocación de la humanidad para estar unida…”.
Internet puede ofrecer mayores posibilidades de encuentro y de solidaridad entre todos; y esto es algo bueno, es un don de Dios”. Es la afirmación clave del mensaje del papa Francisco de finales de enero para la 48ª Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales, titulado Comunicación al servicio de una auténtica cultura del encuentro. Recordemos que el Premio Nobel de la Paz 2010, el chino Liu Xiaobo, escribió algunos meses antes de su segundo arresto, en abril de 2009, que “Internet es un don de Dios”.
El Papa touch, el Papa al que le gusta abrazar físicamente, sabe que el ambiente digital no es de otro mundo, una inútil second life, sino otro modo para que los hombres se toquen más allá del espacio y del tiempo. Francisco es un ciber-entusiasta y un profeta: ve en la Red la señal de una vocación de la humanidad para estar unida, conectada.
Pese a ser consciente de todos los riesgos, percibe un diseño de Dios. El Papa cree en el “desafío de descubrir y transmitir la mística de vivir juntos, de mezclarnos, de encontrarnos, de tomarnos de los brazos, de apoyarnos, de participar de esa marea algo caótica que puede convertirse en una verdadera experiencia de fraternidad, en una caravana solidaria” (Evangelii gaudium, 87). La caravana, la marea, el caos: tres imágenes para una Red que conlleva desafíos “apasionantes”.
La cultura de la Red es la de compartir, no la de descartar. Es más, la Red debe dar voz a los descartes sociales y culturales, crea un ambiente en el que no es necesario renunciar a las propias ideas, “sino a la pretensión de que sean únicas y absolutas”.
Pero esto significa que no se va a ningún sitio sin una gift culture por la que el hecho de compartir los recursos resulte cada vez más fácil y espontáneo (open source, creative commons…). El papa Francisco afirma que la Red está hecha de personas y no de cables. Es la Red de las personas, no de las tecnologías. Y así, tal vez, dice que la Red no existe, porque desde siempre cada uno de nosotros vive en una red de relaciones, en un “nodo” que lo hace persona y no individuo.
Los medios de comunicación de masas estaban modelados por pocos productores centrales, tanto en su estructura como en el contenido. En Internet, en cambio, no hay ni centro ni periferia, y la participación se genera desde abajo, dentro de la plataforma.
En el nº 2.891 de Vida Nueva