La trampa del consumismo

Alberto Iniesta(Alberto Iniesta – Obispo Auxiliar emérito de Madrid)

“Quizás estamos a nivel planetario en transición de una civilización de la injusticia a la civilización del amor. Necesitamos profetas a nivel mundial e interreligioso. Recemos asiduamente al Dios de los profetas, que los envíe en esta trascendental coyuntura de la historia”

Qué podemos hacer los ciudadanos de a pie ante la crisis económica, que se adivina dura y duradera, para aliviarla al menos? 

Pues, en principio, la respuesta podría ser incómoda, pero para los cristianos parece muy clara: apretarnos el cinturón; volver a las viejas virtudes ascéticas: la sencillez, la modestia, la pobreza evangélica, el desprendimiento de los bienes materiales, etc., cosas además muy sanas todas ellas, para el cuerpo y para el espíritu. 

Después de haber vivido como nuevos ricos, tenemos de todo, y durante algunos años podríamos reducir nuestros gastos a poco más que la alimentación, el pan de cada día…

Pero con el sistema económico del consumismo, esta solución podría parecer hasta un pecado social, una traición a los parados. Los políticos lo dicen descaradamente, animándonos a consumir, aunque ya tengamos de todo y en buen estado todavía. 

Como cristianos, no podemos transigir con esta verdadera estructura de pecado, unida además a la injusticia del mercado internacional, como tantas veces ha denunciado el Magisterio y se refleja en el Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia. 

¿En dónde están los profetas?, cantábamos en los tiempos de transición de la dictadura a la democracia. 

Quizás estamos a nivel planetario en transición de una civilización de la injusticia a la civilización del amor. Necesitamos profetas a nivel mundial e interreligioso. Recemos asiduamente al Dios de los profetas, que los envíe en esta trascendental coyuntura de la historia.

Se dice que Benito XVI está a punto de publicar una encíclica sobre problemas sociales. Bien nos podría servir como estímulo y orientación para caminar hacia un nuevo modelo económico, más justo y más rico en valores de fraternidad y solidaridad, aunque sea menos rico en valores financieros y capitalistas.

En el nº 2.651 de Vida Nueva.

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