CARLOS AMIGO VALLEJO | Cardenal arzobispo emérito de Sevilla
“Más que el temor a equivocarnos, espero que nos mueva el temor
a encerrarnos…”
Se viene hablando mucho, sobre todo en foros eclesiales, acerca de las reformas que está llevando a cabo el papa Francisco y de las expectativas, que aumentan cada día, respecto al futuro de cambios y nuevos proyectos, tanto en lo que se refiere a la evangelización, como a las estructuras y organización de curias y despachos. Para unos, va con prisa acelerada y demasiado lejos; y, para otros, que había que ahondar más en cambios y hasta revoluciones.
Ahora viene lo de la hermenéutica, que es algo así como la interpretación autorizada de las señales que vienen del cielo. Benedicto XVI se refirió con frecuencia a la hermenéutica de la verdad. Ahora, entre pasillos, se comenta que el fantasma del miedo, de la novedad y el cambio de actitudes y de personas se teme y extiende cada vez más.
Algunas de las reformas, y también de los recortes que viene haciendo el papa Francisco, apenas son perceptibles, pero son hondos y crean actitudes nuevas y personas con mentalidad rejuvenecida. Los cambios de las cosas son como los de la decoración y los muebles, que enseguida se da uno cuenta de que se ha puesto la casa patas arriba.
El riesgo tiene que ir del brazo de la prudencia, pero no para frenar, sino para que los pasos que se vayan dando tengan seguridad y futuro. Que hay que asumir compromisos e inseguridades, pues no faltaba más, porque no se trata de realizaciones basadas en los datos exactos y una ciencia de garantías en la posibilidad, en la que se conoce hasta el límite de riesgo previsible.
La prudencia llama a las puertas de la reflexión y el discernimiento y, en cuestiones de Evangelio y de Iglesia, la consulta con Dios es tan imprescindible como necesaria. Y así es como estamos viendo las decisiones y toma de postura del papa Francisco.
En la exhortación apostólica Evangelii gaudium, esa maravillosa actualización del documento de la evangelización del mundo contemporáneo, de Pablo VI, el papa Francisco hace un llamamiento de urgencia a cuantos tienen alguna responsabilidad en el gobierno pastoral de la Iglesia. Insta el Papa a salir a la calle y ofrecer a todos la vida de Jesucristo.
El Papa prefiere “una Iglesia accidentada, herida y manchada por salir a la calle, antes que una Iglesia enferma por el encierro y la comodidad de aferrarse a las propias seguridades… Más que el temor a equivocarnos, espero que nos mueva el temor a encerrarnos en las estructuras que nos dan una falsa contención, en las normas que nos vuelven jueces implacables, en las costumbres donde nos sentimos tranquilos”.
Una hermenéutica, pues, entusiasmante y comprometida. Abierta a un mundo complejo y lleno de dificultades, pero al que la Iglesia tiene que darle de comer con el pan del Evangelio, que es buena noticia, pero difícil de aceptar por los temerosos y por los comodones.
En el nº 2.891 de Vida Nueva