(Pablo Romo Cedano– Corresponsal de ‘Vida Nueva’ en México) Semanas atrás, en el contexto de su visita a los Estados Unidos, el papa Benedicto XVI pidió al presidente George W. Bush dar un trato humanitario a la política migratoria estadounidense. El tema, a pesar de que no figuraba en la agenda del encuentro en la Casa Blanca, es muy sensible y urgente para la Iglesia católica de aquel país.
Casi una cuarta parte de la población de los Estados Unidos es católica, y de ésta, un 45% es de origen hispano. Es decir, cerca de 30 millones de fieles hablan español como lengua materna. La visita papal estuvo llena de expresiones de cercanía para la grey hispana, que “rejuvenece a la Iglesia” en este país y le da gran “vitalidad con su testimonio de fe”. De hecho, miles de personas de origen mexicano y centroamericano acompañaron a lo largo del recorrido al Pontífice y le imprimieron su carácter festivo y jubiloso a las celebraciones y esperas en las calles y estadios de Washington y Nueva York.
En los últimos años, la Iglesia de los Estados Unidos se ha ido enriqueciendo en fieles con las nuevas generaciones de migrantes latinos que llegan buscando trabajo y cumplir el ‘sueño americano’. A menudo, ese sueño se transforma en pesadilla, y la Iglesia católica se convierte en un recinto de consuelo, para recargar la esperanza y de recreación del futuro. Miles de programas de asistencia y atención a migrantes se desarrollan en todo el país subvencionados por los fieles católicos y canalizados desde las parroquias: casas de migrantes, atención sanitaria gratuita, asesoría legal, comedores comunitarios, ‘espacios santuario’, orientación familiar, bolsas de trabajo, espacios recreativos; son algunas de las acciones desarrolladas por la Iglesia a favor de los cientos de miles de mexicanos y centroamericanos que cada año llegan a sus puertas. La Catholic Relief Services (CRS), la Cáritas estadounidense, es la mayor institución de apoyo a estos programas, que ‘recogen a los tirados del camino’, les ‘dan posada mientras se recuperan’ y los ubican en la nueva realidad de un país hiperindustrializado.
Miles de refugiados
“Lo mejor es que no tengan que verse obligados a dejar su país”, afirmó el Papa en el avión que lo conducía a la tierra de los migrantes, Estados Unidos. Preocupante expresión, que revela la existencia de causas muy profundas que empujan a miles de personas a convertirse en refugiados económicos.
En la última década, México es el primer país del mundo “exportando” –más bien, expulsando– a sus habitantes. Oficialmente, cada año son 400.000 los mexicanos que dejan su hogar para cruzar la frontera. Sin embargo, varias organizaciones especializadas afirman que pueden ser más. Honduras, El Salvador y Guatemala son los países que le siguen en proporción, a pesar del trato criminal que sufren sus ciudadanos en el éxodo hacia el ‘trabajo prometido’. La casa del migrante en Saltillo, México, fundada y apoyada por la diócesis local, reporta cada año en un informe muy profesional el trato indignante que sufren los centroamericanos por tierras mexicanas. Por ejemplo, en el correspondiente al año pasado, señalan que una de cada tres mujeres centroamericanas migrantes sufre algún tipo de vejación cometida por alguna autoridad mexicana antes de llegar a la frontera con los Estados Unidos.
Y mientras el Papa en su visita abogaba por los migrantes hispanos ante las autoridades estadounidenses, el infame muro que separa México de los Estados Unidos seguía creciendo, y la Administración Bush realizaba una redada masiva en cinco estados de la Unión Americana. La reforma migratoria que movilizó a millones de inmigrantes en las principales ciudades de los Estados Unidos hace un par de años está muy lejos de dar sus frutos. De hecho, fracasó el año pasado, cuando el Congreso votó en contra. Las reformas migratorias solicitadas entonces consistían en que se permita a los trabajadores temporales cruzar la frontera sin problemas y poder regresar con sus familias una vez concluidas sus labores. Hoy, las elecciones presidenciales han situado dicha reforma muy lejos de las prioridades de la actual Administración, y son promesas vagas de todos los candidatos para captar votos hispanos. La principal consecuencia es una política cada vez más restrictiva.
Benedicto XVI, sin embargo, al pedir la humanización de la política migratoria, pide por la fuerza viva que este colectivo representará, sin duda, para el futuro de la Iglesia en los Estados Unidos.