Ecos frecuentes desde la oficialidad sobre abrir la Iglesia a esta posibilidad
JUAN RUBIO. | Aunque no es sobre el celibato sacerdotal de lo que hoy hablo, de su valor o conveniencia, sí traigo a colación, para no perder el humor, esta anécdota que me comentaba un viejo cura, curtido en mil batallas.
Enterado el obispo de su precaria salud, de su escasa pensión y de su destartalada vivienda, le hizo una visita. Escuchó al sacerdote, ya jubilado, y acabó aconsejándole que se cuidara; que no era conveniente que viviera tan solo. La respuesta del cura osciló entre la ironía y la sagacidad:
Eso ya lo dijo el Creador, con el barro sin secar, y dijo que no era bueno que el hombre estuviera solo, pero no hemos obedecido. Así, que si usted me lo permite, me caso.
Mejor sonreír antes de hablar de un tema que se viene oyendo con frecuencia últimamente: la posibilidad de que hombres casados recibieran la ordenación sacerdotal. Viri probati se les llama. La primera vez que se habla de ellos es en la Carta de Clemente a los Corintios, con palabras que retomó el Vaticano II:
Los apóstoles nombraron a algunos varones y luego dispusieron que, después de su muerte, otros hombres probados (viri probati) les sucedieran en su ministerio.
Y, desde la oficialidad, se escuchan ecos frecuentes. Pietro Parolin, siendo nuncio en Venezuela, antes de Secretario de Estado, dijo a El Universal que el celibato “no es parte del dogma de la Iglesia y la cuestión está abierta a discusión (…). Se pueden hacer modificaciones”.
Antes, en 2006, el cardenal Cláudio Hummes, uno de los electores del papa Francisco, y a quien puso a su lado el día de su elección en la Loggia de las Bendiciones, debió aclarar, a instancias vaticanas, estas declaraciones a un diario de Brasil:
El celibato es una disciplina, no un dogma de la Iglesia (…). Por cierto, la mayoría de los apóstoles estaban casados. En esta era moderna, la Iglesia debe observar estas cosas, y se tiene que avanzar con la historia.
Angelo Scola, siendo Patriarca de Venecia, en el Sínodo de 2005, habló de “solicitud para ordenar fieles casados de comprobada fe y virtud, los llamados viri probati”.
Un dato clave, por primera vez en boca de un papa desde Trento, está en la carta de Benedicto XVI Anglicanorum Coetibus, cuando en el artículo 6, establece la posibilidad de “admitir al orden sagrado del sacerdocio a hombres casados, según los criterios objetivos aprobados por la Santa Sede”. Ya lo había expresado en sus años de docencia.
Y ahora es Francisco. Recientemente llamó al obispo de Xingun, Erwin Kräutler, en la selva tropical de Brasil, para conocer datos que le ayuden en su próxima encíclica sobre la ecología.
Además, quiso conocer cómo atendían pocos sacerdotes tamaña diócesis. El prelado declaraba al periódico austríaco Salzburger Nachrichten que encontró al Papa dispuesto a estudiar, con mente abierta, soluciones al tema, contando con los obispos locales, que han de llevar las sugerencias a Roma. Un paso importante.
En el nº 2.895 de Vida Nueva
- A RAS DE SUELO: Elecciones europeas, por Juan Rubio