GINÉS GARCÍA BELTRÁN | Obispo de Guadix-Baza
“Solo el hombre que sabe de dónde viene y a dónde va puede situarse en la vida y descubrir cuál es su misión en ella…”.
El Padrenuestro es inmenso, la oración por excelencia, es también un programa de vida. Leemos en el Catecismo de la Iglesia católica: “De la rectitud de nuestra oración dependerá la de nuestra vida en Él” (n. 2764). Y es que la oración dominical es un auténtico programa de vida. Los que rezan el Padrenuestro han de vivir según lo que dicen. El Padrenuestro nos exige vivir como hijos y como hermanos. Somos hijos de Dios y hermanos de todos los hombres.
El Padrenuestro es una escuela, y no solo de oración sino también de vida. Jesús, en el Padrenuestro, nos enseña cómo vive un cristiano. Repitiendo esta oración, va calando en nosotros un modo de vida, una visión sobre el hombre. No soy el adversario del otro porque el otro es mi hermano. Y somos hermanos porque tenemos un Padre común. Un Padre que nos revela cuál es nuestro origen y cuál nuestro destino.
Solo el hombre que sabe de dónde viene y a dónde va puede situarse en la vida y descubrir cuál es su misión en ella. Un hombre sin referencias es un hombre perdido, sin sentido. La orfandad a la que muchas veces nos condena la sociedad nos hace vivir en la soledad más radical, sin referencias existenciales. Descubrir a Dios como Padre es una Buena Noticia que da sentido a la existencia humana.
En la Misa, el sacerdote introduce la oración del Padrenuestro diciendo: “Fieles a la recomendación del Salvador, y siguiendo su divina enseñanza, nos atrevemos a decir”. Para decir la oración del Señor se necesita audacia, en primer lugar, para llamar a Dios Padre, pero también porque rezar el Padrenuestro nos compromete a vivirlo.
En el nº 2.899 de Vida Nueva