La Iglesia andaluza, en el camino del Vaticano II

La Iglesia andaluza, en el camino del Vaticano II

Encuentro Laicos Maestranza(Jesús Sánchez Camacho– Estudiante de Teología) Desde la instauración de la democracia, los datos revelan que la Iglesia española ha perdido un importante espacio en la sociedad. A pesar de que las estadísticas subrayan que esta crisis no se ha sentido con tanta intensidad en Andalucía, la Iglesia de esta región ha intentado responder a los grandes interrogantes del andaluz de hoy.

Jesus Sanchez CamachoSegún las sugerencias del Vaticano II, en 1991 se terminó de fraguar la Asamblea de Obispos de las dos provincias eclesiásticas del Sur: Sevilla, integrada por Cádiz y Ceuta, Canarias, Córdoba, Huelva, Jerez de la Frontera y Tenerife; y Granada, compuesta por Almería, Cartagena, Guadix, Jaén y Málaga. Frente a los problemas más urgentes del andaluz –situación periférica, insensibilidad de algunos gobiernos, estancamiento económico, enseñanza, sanidad, etc–, estos nuevos organismos suponen todo un reto y enriquecimiento para orientar y promover vías de desarrollo que iluminen la actividad del hombre. Desde este horizonte, los obispos han intentado responder a los interrogantes más inminentes de estos últimos años, como muestran sus diversos comunicados. 

Con diversos matices, Andalucía goza de un elenco de obispos que pueden orientar caminos que tracen la inculturación desde la pluralidad de los areópagos hoy existentes. Antonio Dorado, obispo de Málaga, a la espera de que acepten su renuncia, ha sido una de las figuras episcopales más significativas en la presentación de un Evangelio actualizado, acorde con el Vaticano II. Juan del Río –obispo de Jerez– preside la Comisión Episcopal de Medios Comunicación Social. Juan José Asenjo –obispo de Córdoba– preside la Comisión Episcopal de Patrimonio Cultural, foro muy importante para una región que tiene una ingente riqueza artística y cultural. Adolfo González –obispo de Almería– preside la Comisión Episcopal de Relaciones Interconfesionales, andadura que aunque en principio pueda resultar dificultosa es, ciertamente, esperanzadora en una región que está viviendo paulatinamente el enriquecimiento de nuevas realidades religiosas. Las figuras más relevantes siguen siendo el cardenal y arzobispo de Sevilla, Carlos Amigo –miembro del Comité Ejecutivo de la CEE– y Javier Martínez, arzobispo de Granada. Mientras que, mediáticamente, el primero es catalogado como un pastor de actitud abierta y dialogante, el segundo ha mantenido enfrentamientos con repercusión mediática y efectos colaterales a la imagen de la propia Iglesia. 

Así pues, la labor que desde hace años ha venido llevando con esfuerzo tanto la Facultad de Teología de Granada como el Centro de Estudios Teológicos de Sevilla, resultan ser un admirable ejemplo de una Iglesia andaluza que apuesta por la dialéctica entre la fe y la cultura, el diálogo ecuménico y la presentación de un Evangelio no caduco para el hombre de hoy. En este sentido, la formación de los laicos es considerada como uno de los retos más apasionantes para esta Iglesia, ya que son ellos los más directamente comprometidos con la realidad social. El areópago de la religiosidad popular supone una riqueza y, a la vez, un desafío para la Iglesia, que ha de continuar purificando elementos contraproducentes para la fe. Cada vez son más los movimientos laicales que están emergiendo en Andalucía, muchos trabajan directamente en el mundo de la pobreza y en la lacra de la inhumana y masiva llegada de inmigrantes. Las estadísticas revelan que mientras Córdoba, Granada y Huelva son las provincias donde la Iglesia presta mejores servicios sociales, Sevilla, Cádiz y Jaén son aquellas donde Cáritas se hace presente con más intensidad. En este sentido, el Programa con Inmigrantes de Cáritas de Canarias es una preciosa muestra de la acción eclesial a favor de la solidaridad. La tarea de la inculturación del Evangelio a los jóvenes también es una de las prioridades más urgentes.

En una región donde se experimenta la alegría y el humor en la vida cotidiana, no cabría plantearse una inculturación de Dios utilizando un estilo imperativo y riguroso. Igual que el Vaticano II se hizo amigo de la realidad intramundana, laicos y ministros de la Iglesia andaluza de hoy han de encarnar un rostro moderno e inmiscuirse en las entrañas de la sociedad para caminar con ella y seguir ofreciéndole el plus de una Amistad, la cual sólo es capaz de liberar.

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