¿Al servicio de qué?

Baltazar Porras(+ Baltazar Porras Cardozo– Vicepresidente del Consejo Episcopal Latinoamericano y arzobispo de Mérida-Venezuela) 

“La Iglesia debe ayudar a descubrir el sentido más profundo de la existencia humana y de la dignidad humana; no le toca bendecir o darle carácter trascendente a ningún gobierno”

Estamos acostumbrados a que los gobiernos “celebren” batallas y hechos sangrientos para exaltar el “espíritu nacional”. Sus mártires son elevados a héroes, olvidando el dolor de tanta gente humilde que sufre y pone los muertos.

El poder siempre tiene la tentación de erigirse en dueño y rector de lo humano y divino. 

Por eso busca legitimadores y recurre a la bendición de la religión a lo largo de la historia de la humanidad. La ruptura vino con la Revolución Francesa, y era necesaria. Lo temporal es autónomo, y la legitimación de lo político por los representantes de la religión, nefasto.

La democracia moderna nace así. El poder se legitima no porque Dios lo impone coronando reyes o emperadores, sino porque procede del pueblo, aunque no elija al mejor. Aquí está su fuerza y su debilidad. A pesar de la secularización, no faltan quienes buscan la legitimación de lo religioso. Así, Napoleón humilló al Papa y le exigió que lo coronara. Así, los dictadores de la Rusia soviética domesticaron a la Iglesia ortodoxa. Así, Hitler, Mussolini o Franco pretendieron poner a su servicio lo religioso. 

Así, gobiernos islámicos condenan a muerte a sus disidentes.

El Concilio Vaticano II fue claro: la justa autonomía de la realidad terrena es absolutamente legítima, pues está dotada de consistencia, verdad y bondad propia. La Iglesia debe ayudar a descubrir el sentido más profundo de la existencia humana y de la dignidad humana; no le toca bendecir o darle carácter trascendente a ningún gobierno.

La praxis de la Iglesia desde entonces gira en torno a recordar que todo poder es idolátrico, y el creyente tiene un único Dios y a Él sólo ha de servir. La denuncia profética no adversa purifica, y la colaboración no es bendición, sino trabajo a favor de la gente.

En el nº 2.653 de Vida Nueva.

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