VICTORIANO VIÑUELAS GÓMEZ (CÁDIZ) | A lo largo de los últimos meses del pasado año, se hicieron muchos esfuerzos por recaudar alimentos para gente necesitada. Organizaciones de todo tipo se pusieron manos a la obra para llevar a cabo esta labor solidaria, concienciando a las personas para despertar su generosidad con los más desfavorecidos de la sociedad.
Todos los días, en diversos medios de comunicación, aparecían tal o cual asociación, civil o religiosa, que donaba alimentos. No faltaban fotos de los encargados de dicha recolección.
Ante esto, me hacía esta pregunta: ¿no estaremos desarrollando enormemente lo que se relaciona con la solidaridad, con la caridad, al tiempo que inhibimos la sensibilidad por la justicia y el sufrimiento del mundo?
Quede claro que alabo la generosidad de mucha gente que ha ayudado a paliar el hambre de otros muchos. No estoy en contra de esto. Lo que me llama la atención es que a esas organizaciones, civiles o religiosas, en general, no las he oído hablar de sufrimiento ni de justicia para con esos desfavorecidos.
Me llama la atención que estamos olvidando la justicia al poner todo el énfasis en la solidaridad, en la caridad. De los parados no se ha hablado más que para darles alimentos, pero no para hacerles ver que, en justicia, lo que necesitan es un trabajo digno. Se podría decir así: “Les damos pescado, pero no les enseñamos a pescar”.
La justicia sin caridad, es decir, sin mirar por el bien del otro, está coja. También podemos decirlo al revés: la caridad, mirar mucho por el otro, sin justicia, está igualmente coja.
En el nº 2.901 de Vida Nueva
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