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Una butaca entre Bufalino y Winters


En ‘El revés de la trama’ Javier Morales recensiona la obra de Gonzalo Hidalgo Bayal La sed de sal (Tusquets, 2013).

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Título: La sed de sal

Autor: Gonzalo Hidalgo Bayal

Editorial: Tusquets, 2013

Ciudad: Barcelona

Páginas: 328

JAVIER MORALES | Por la propia naturaleza de la literatura (subjetiva, sometida a los vaivenes de la crítica, de los gustos de los lectores y del todopoderoso mercado), dudo mucho que pueda hablarse con propiedad de justicia poética, pero si fuese así, si la balanza de la justicia se inclinase cada cierto tiempo a favor de autores y obras que merecían un mayor reconocimiento y que no lo tuvieron en su día, en este caso, digo, esa justicia ha venido a colocar la obra de Gonzalo Hidalgo Bayal (Higuera de Albalat, Cáceres, 1950) en el lugar que se merece.

El escritor extremeño, que comenzó a publicar en pequeñas editoriales, goza desde hace unos años de un reconocimiento unánime, pero, a diferencia de otros autores como Salinger o McCarthy, nunca optó por la autoexclusión, en aras de la leyenda o por pura alergia mediática. Bayal, uno de los mejores estilistas en español, siempre estuvo ahí (con la misma predisposición, calidad literaria y honestidad), solo que los demás (una buena parte de la crítica, los medios y las grandes editoriales) no lo habían visto aún.

Con Tusquets Editores, que ha recuperado parte de sus narraciones (Paradoja del interventor y Campo de amapolas blancas), acaba de publicar su última novela, La sed de sal.

Ya el título nos remite a otra obra maestra, en este caso del cine, Sed de mal, de Welles. No es el único homenaje que rinde Bayal al séptimo arte en esta novela, una obra a mitad de camino entre el género negro y la reflexión intelectual. A partir del juego de palabras, sed de sal, Bayal le da una vuelta de tuerca al origen del mal, a los motivos que llevan a delinquir al criminal.

Con ecos bíblicos y clásicos, con un pie en Bufalino y otro en Edgar Winters, nos habla el autor extremeño de la culpa y de la pérdida de la inocencia, del viaje a ninguna parte, de la infelicidad como condena. Y todo ello con un estilo prodigioso, que atrapa al lector desde la primera línea. Si quieren disfrutar de la alta literatura, no se pierdan este libro.

En el nº 2.901 de Vida Nueva

Actualizado
04/07/2014 | 07:00
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