No son tiempos para dedicarse a discusiones bizantinas
JUAN RUBIO. ILUSTRACIÓN: GONZALO R. CHECA. | Sufro cuando alguien juzga severamente a quien comulga en la mano y no en la boca. Lo más extraño es oírlo de jóvenes menores de 30 años. Lo que hay que evitar es la profanación.
Y a quienes tanto se empeñan en obligar en la boca, les recuerdo las muchas profanaciones que se hacen con la lengua, los labios y la boca.
Olvidan la grandeza de las manos que aman, cuidan, limpian, abrazan, sostienen y apoyan. Las manos que nos sacan a la vida y nos cierran los ojos al final. Unas manos limpias, con las palmas abiertas, son signos de dignidad.
Están abiertas para recibir; y después, entregar. Olvidan las manos del Maestro que, con solo tocar, sanaban las dolencias, curaban enfermedades y alentaban en el camino.
No son tiempos de discutir “si son galgos o podencos” o si se puede “rezar fumando o fumar rezando”. Cuestiones bizantinas despistan de lo fundamental.
Es hora de juntar las manos para construir y abrir la boca para derrochar palabras de paz y perdón. ¡No juzguemos si se comulga con las manos o la boca!
Traigo unos versos de Pedro Salinas:
Hoy son las manos la memoria
El alma no se acuerda
está dolida de tanto recordar
Pero en las manos queda el recuerdo
de lo que han tenido.
En el nº 2.902 de Vida Nueva