Se veía venir. Coincidiendo con la conmemoración, el 10 de este mes de marzo, del 50 aniversario del aplastamiento por parte de China de la sublevación independentista del Tíbet y del exilio del Dalai Lama, la tensión ha ido en aumento en esa zona cuya soberanía vendieron los británicos a China el pasado siglo. La detención de un monje que enarboló una bandera del Tíbet desencadenó la reacción de la policía china. Más de un millar de monjes y otros tibetanos asaltaron las dependencias policiales en protesta por el arresto. Al final, cerca de un centenar de monjes han sido detenidos, prendiendo de nuevo la mecha que puede hacer estallar un polvorín al que las autoridades chinas tratan de controlar a sangre y fuego. El pasado enero, Pekín puso en marcha la operación “golpear duro”: once días de interrogatorios y redadas contra 6.000 “sospechosos”, 81 de los cuales fueron encarcelados. La última palabra aún no está dicha en este conflicto. Esperemos que no sea ‘violencia’.
En el nº 2.654 de Vida Nueva.
