JACINTO NÚÑEZ REGODÓN | Decano de la Facultad de Teología de la UPSA
“Decir que no hay otro programa pastoral que Jesucristo es pietismo paralizante…”
Septiembre tiene sabor de comienzo. Es en este mes cuando se reanudan las actividades académicas, laborales y pastorales, cuya vuelta, a la manera de la sementera en el mundo agrícola, reparte sus sentimientos entre el sacrificio y la esperanza, como tenía bien experimentado el salmista:
Al ir, iban llorando llevando las semillas
Al volver vuelven cantando trayendo sus gavillas.
Puede hablarse de una “mística” de los comienzos, que centraré en tres aspectos fundamentales.
El primero es la búsqueda. Se empieza la actividad con afán de encontrar algo: conocimientos, competencias, experiencias. Esa búsqueda proporciona a uno la condición de peregrino. En el mundo académico, este aspecto resulta particularmente relevante. El estudiante se hace un peregrino en busca de la verdad. Esa actitud le permite estar abierto a descubrir nuevos conocimientos, a contrastarlos con los ya adquiridos y a hacerlos converger con los de otros. Eso solo es posible con una actitud humilde. Por eso, resulta tan lúcida la sentencia de Teresa de Jesús cuando dice que la “humildad es andar en la verdad”.
En el extremo contrario está el inmovilismo de quien, enrocado en su propia ideología, se niega a aceptar perspectivas nuevas, venidas de otros horizontes. ¿Cómo puede ser, por ejemplo, que los llamados dos grandes partidos sean incapaces de ponerse de acuerdo en cuestiones básicas y fundamentales? La sociedad española necesita urgentemente esa capacidad de buscar juntos con honestidad, encontrar puntos de encuentro y aunar sinergias.
Un segundo elemento del curso nuevo tiene que ver con el esfuerzo. La dinámica del deporte, probablemente más que ninguna otra, pone de relieve el binomio de esfuerzo y resultado. Otro tanto puede decirse de la actividad académica. No menos debería ocurrir en las actividades pastorales, en las que también funciona ese binomio. Aquella máxima de un genio como Leonardo da Vinci (“Oh Señor, tú entregas todos tus bienes a los hombres al precio del esfuerzo”) no pierde su verdad aun cuando se trate del don mismo de la salvación.
También en la actividad pastoral hay que trabajar con dedicación, programación y creatividad. Decir, como se hace con alguna frecuencia, que no hay otro programa pastoral que Jesucristo, es pietismo evasivo y paralizante.
Junto con la búsqueda y el esfuerzo, el tercer aspecto es la recompensa. El apóstol Pablo decía que “ningún esfuerzo humano hecho en el Señor queda baldío”. Con frecuencia los resultados sobrepasan nuestros esfuerzos, que quedan dinamizados y trascendidos. Como advirtió Jesús en la parábola, el sembrador sembró una semilla minúscula y, sin que él supiera cómo, se convirtió en un árbol frondoso.
Al papa Francisco le gusta hablar de las sorpresas de Dios. El mismo Papa ha resultado una sorpresa, por encima de cualquier expectativa. ¿Podía alguien pensar, por ejemplo, que los desvelos y sufrimientos del papa Benedicto habrían de fructificar en esta explosión de primavera?
En el nº 2.910 de Vida Nueva