José Beltrán, director de Vida Nueva
Director de Vida Nueva

Querido lector…


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jbeltranJOSÉ BELTRÁN | Director editorial de Vida Nueva

“Así es y será la revista que tiene entre sus manos. De todos. Una voz en la Iglesia, comprometida con ella. Voz profética y reflexiva. Voz propositiva, con audacia…”

Aquella mañana me presenté con una cámara de vídeo en mano en la puerta del Gobierno General. “Usted que es la superiora de la congregación, será la que más manda…”. Sí, la pregunta iba con retranca. “El que está al frente de una obra no ha de ser el que más manda, sino el que más sirve”. Punto en boca al periodista con la mansedumbre de quien sabe dejar obrar a Dios. Desde entonces me acompaña como un mantra. Jaculatoria, si prefieren: “El que más sirve”. Así aterrizo hoy en Vida Nueva.

Beltrán. José. Pepe. Incluso, Josele. Reacciono con la misma celeridad cuando me llaman, aunque a veces el Whatsapp se me atragante y la respuesta se retrase. Pertenezco a la generación del Cola Cao, esa que ha nacido en una democracia dada, con un Estado del Bienestar regalado y devenido en sociedad del consumo del todo vale: “Si no queda satisfecho, le devolvemos su dinero”. Incluso le cambiamos sus valores, si no le hacen juego con su traje. Mi comunidad de vecinos es el diálogo interreligioso encarnado en un descansillo por marroquíes, ecuatorianos y rumanos. Mi colegio –no me consiguen echar ni con agua caliente de la pastoral– es instantánea de unos chavales que viven abducidos por el 2.0, de familias rotas, de desasosiegos por llegar a fin de mes… Pero también de misión compartida. Religiosas, sacerdotes y laicos a una, para que en cada una de esas escenas, el Buen Pastor haga de las suyas. Y sí, vengo de La Razón. Por cierto, cuando me responsabilizaron del área de Religión allí, alguien temió y alertó de que convertiría aquello en Vida Nueva. Etiquetas, como las que yo también cuelgo con premura.

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En un aula de las religiosas de la Sagrada Familia de Burdeos, me di cuenta de que mi pueblo era en realidad una ciudad dormitorio y que de un día para otro se convertía en diócesis. Doce años y empezaba a sentirme Iglesia. Calculen y las cuentas salen rápido. No viví en primera persona el Vaticano II, pero soy un convencido de que es presente y futuro. Lo que sí he palpado han sido los tiempos de los “hábitos fuera” o del clerygman impoluto, según el ascua al que se arrime cada cual. Y es que, como dejaba caer el padre Fermín Negre el domingo en la mesa de la comunión, nunca una gota del océano se ha intentado separar de otra recriminándole ser distinta, porque saben que forman parte de algo mucho más grande. Pero los cristianos, advertía, a veces nos hemos empeñado en entrar en el juego de las diferencias. Pues bien, soy laico. Calasancio por vocación. Diocesano de Getafe, de pertenencia. Sin exclusiones, con esa conciencia de Fermín, del “Todos uno” que canta Pueblo de Dios, que tuitean desde iMisión y que expone cada semana Vida Nueva.

Así es y será la revista que tiene entre sus manos. De todos. Una voz en la Iglesia, comprometida con ella. Voz profética y reflexiva. Voz propositiva, con audacia. Voz que denuncia, si es necesario. Crítica, no criticona. En Sanlúcar, en Kinshasa, en Antofagasta. En la Via della Conciliazione. Y en el Trastévere, en toda periferia franciscana: existencial y real. Para edificar, para tender puentes en un proyecto global, sin fronteras, como toda misión. Reto de cuantos han escrito aquí en estos 55 años de historia, y de los que se desvelan cada semana en la casa de PPC y SM para que estas páginas lleguen en papel, pero también en iPad y nuevas redes de la evangelización. Echo un vistazo al árbol genealógico y veo a Pérez Lozano, Martín Descalzo, Bernardino M. Hernando, Pedro Miguel Lamet, Vicente Guillamón, Rosario Marín. Me hago pequeño. Más aún cuando el iPhone reconoce al otro lado a Ninfa Watt y Juan Rubio. Gracias. Por el consejo, por el empujón, por la herencia. En este punto, uno se vuelve salmista: “Me encanta mi heredad”.

Solo estoy para servir. Para servirles. No a intereses partidistas. Sí a la Buena Noticia, la del Dios comunicación que es anuncio, concilio: el primer periodista. La Palabra. Vida Nueva.

jose.beltran@ppc-editorial.com

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En el nº 2.912 de Vida Nueva