ELÍAS PÉREZ (PADRE DE FAMILIA) | El Sínodo ha puesto fin a su primera fase y se abre a un tiempo para profundizar en la reflexión hasta el próximo encuentro de la Asamblea General Ordinaria, en octubre 2015.
Hemos escuchado y leído del Sínodo sobre la Familia comentarios y noticias relativos a la sexualidad, el divorcio y las parejas homosexuales. Son las cuestiones que más eco han tenido en la prensa, hasta parecer las únicas abordadas. Ahora, el Sínodo ha puesto fin a su primera fase y se abre a un tiempo para profundizar en la reflexión hasta el próximo encuentro de la Asamblea General Ordinaria, en octubre 2015.
Pero, ¿qué podemos esperar los creyentes, los padres de familia y toda la Iglesia de este Sínodo? Los pastoralistas de familia deberían iniciar un plan de trabajo que, en base a la reflexión sinodal, diera respuesta a los principales desafíos que tiene la Iglesia para con las familias.
Por ejemplo. Cómo podrá dar la Iglesia una palabra de esperanza y de sentido ante tantos problemas que presentan las familias del mundo: individualismo, la soledad, la fragilidad de las familias “heridas”, la educación de los hijos, la poligamia en algunos países africanos…
O cómo potenciar, en parroquias y diócesis, la creación de planes concretos en la pastoral familiar que alimenten la vida conyugal, teniendo como base la consideración de que la familia es eje transversal para la educación en la fe. También cómo fomentar la concienciación de que los padres son los primeros responsables de la educación en la fe y de la transmisión del Evangelio.
Cómo favorecer la formación de los jóvenes que quieren vivir juntos un proyecto de pareja, con programas específicos para la preparación al matrimonio, ahondando en su dimensión espiritual y considerando esta unión como una decisión vocacional. O cómo evitar actitudes de exclusión para las uniones y familias que se puedan encontrar, desde la doctrina, en situaciones irregulares, favoreciendo el diálogo con ellas y subrayando el papel de Iglesia misericordiosa con quienes quieren volver a casa.
Ojalá que el aporte del Sínodo ayude a los padres a dar ánimo a sus hijos y fortaleza para vivir situaciones nada fáciles, como las que, en el momento actual, han de pasar muchos jóvenes. Hay que ser padres cercanos, comunicativos y dialogantes, sin olvidar su papel como educadores y expertos en humanidad.
Seguro que el Sínodo también motivará a descubrir la Palabra de Dios, pues ha de ser el fundamento del compromiso cristiano; Palabra que se hace modelo y que deja ver cómo Dios expresa el cariño por su pueblo; Palabra que nos hace fijar la mirada en ese Jesús que nos presenta un modelo de familia nuevo y diferente. La pedagogía de Jesús orienta a ser familias abiertas, capaces de escuchar el grito de los desheredados; familias que viven de manera coherente, sin derroches, más bien siendo solidarios.
Espero que este Sínodo sobre la Familia sea para ellas y para la Iglesia entera un punto de anclaje para continuar la labor evangelizadora y el anuncio de la Buena Noticia..
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