(Carmelo Erdozain– Pamplona) Debemos dar muchos pasos para que los diversos ritos y ceremonias litúrgicas se celebren “… en espíritu y verdad”. Hay muchos aspectos que han mejorado desde el concilio Vaticano II, pero todavía faltan bastantes detalles, ya que se están introduciendo ciertos privilegios y corruptelas. En estas líneas quiero avisar del peligro de que ciertos “ricos”, pero pobres de espíritu, vayan desvirtuando diversos aspectos de las distintas celebraciones.
Muchas veces hay un exceso de flores en los funerales y bodas. Hay cosas más importantes que cuidar en esas ceremonias: la pureza de corazón, la participación litúrgica, la escucha de la Palabra o la participación sincera en la Eucaristía y la Comunión… Evitemos la pomposidad, el fariseismo, el lujo, y los primeros puestos en cuanto a cosas que no “cotizan” para la vida eterna. Trabajemos por conseguir celebraciones en “espíritu y verdad”.
Otro punto importante es la música que se emplea: gastando un dineral en contratar coros, grupos de música… (“vanidad de vanidades”). Observo un excesivo deseo de lucimiento y de conseguir dinero en unos actos en donde debería primarse más la ayuda a los necesitados.
No por cantar a voces, en alemán, inglés o latín, y no por mucho turiferario y dalmáticas, la celebración es mejor y, a veces, más agradable a Dios. Por ejemplo, puede suceder que en las bodas se contrate la música (incluso profana) para disimular la poca participación del pueblo en las respuestas y los cantos, en las aclamaciones y el acceso a la Comunión. ¿Cuál es el culto que Dios quiere? “Ayudar a las viudas, a los pobres, al necesitado…”.
Hacia esa dirección debe dirigirse el culto cristiano, huyendo del despilfarro y de la pomposidad, sobre todo en las ceremonias de bodas religiosas.
Hay otros temas, muchos más; por hoy basta con estas dos ideas. Otro día podré puntualizar y señalar casos concretos. Por hoy, “intelligenti pauca”. Gracias.
En el nº 2.655 de Vida Nueva.