ANDREU OLIVA, SJ | Rector de la Universidad Centroamericana José Simeón Cañas-UCA
“Construyeron y pusieron en marcha un modelo universitario que permitiera trabajar por su transformación en favor de los pobres, de la libertad, la justicia y la verdad…”.
El 9 de enero de 2011 asumí la rectoría de la UCA con gran temor y temblor. Apenas había trabajado dos años en la UCA como vicerrector de Proyección Social y venía de una década como administrador provincial, que me alejó totalmente del trabajo universitario. En ese momento, a pesar de haber estudiado en la UCA durante cuatro años al inicio de la década de los 90, y de haber desempeñado el cargo de vicerrector de Proyección Social en los dos últimos años, apenas conocía la universidad, y a muy pocas de las casi 800 personas que trabajan en ella. Sentía una gran responsabilidad, asumía la dirección de una universidad de mártires, con gran prestigio nacional e internacional por su compromiso con los pobres y la justicia, que había estado bajo la dirección de rectores de gran talla humana y académica que habían dejado una profunda huella.
En mis dos primeros años de trabajo como vicerrector de Proyección Social, me había dado cuenta de la importancia y presencia del legado de los mártires en el quehacer de la UCA. No tuve conversación con los directores de las unidades que estaban bajo la Vicerrectoría de Proyección Social en la que no se citara a Ellacuría, a Montes o a Martín-Baró, que fueron quienes tuvieron más peso en ese área de la universidad. A través de conversaciones y de las reuniones del Consejo de la Vicerrectoría de Proyección Social, pude darme cuenta de cuán presente e importante es su legado y del deseo de que la universidad siguiera fiel al mismo. Recordar sus frases, sus posiciones y sus análisis para aplicarlos a las nuevas situaciones es muy común y una gran ayuda para la reflexión y el análisis de la realidad que hoy vivimos y para la toma de posición de la UCA ante la misma. Las autoridades y sus colaboradores más cercanos habían logrado mantener muy actual ese legado, sin hacer un gran esfuerzo para ello, pues la propia sociedad salvadoreña ha venido exigiendo a la UCA que continúe siendo fiel a la que los mártires concibieron: una universidad que incida en la transformación social, que siga pensando desde las mayorías populares, que mantenga su palabra crítica e independiente en la denuncia de la injusticia y la búsqueda del bien común. Las mayorías populares y muchos grupos progresistas ven a la UCA como su aliada, y la sienten su universidad, no tanto porque estudien en ella, sino porque es la universidad que está a su lado, con la que comparten causas y en la que confían.
Ese sentimiento se debe al trabajo que realizaron Ellacuría, sus compañeros jesuitas y un buen grupo de laicos y laicas, con los que pensaron un concepto de universidad que quería responder a la misión de la Compañía de Jesús, la defensa de la fe y la lucha por la justicia, en la realidad salvadoreña y desde su ser universitario. A finales de los años 60, este grupo se tomó en serio la tarea de discernir cuál debía ser la misión de una universidad de inspiración cristiana en medio de un contexto de injusticia, opresión, pobreza generalizada, falta de libertades y constantes violaciones de los derechos humanos, como era el de El Salvador. Desde esa realidad y con el deseo de contribuir a la realización del Reino de Dios, construyeron y pusieron en marcha un modelo universitario que permitiera trabajar por su transformación en favor de los pobres, de la libertad, la justicia y la verdad. Con claridad meridiana, vieron que la UCA, si quería responder a la inspiración cristiana y al Reino de Dios, debía optar por los pobres y poner su pensamiento y su acción en la búsqueda del cambio social, de la transformación de la realidad histórica en que la universidad está inmersa y a la que quiere servir.
Por ello, el estudio y análisis de la realidad es una de las actividades ineludibles en la UCA. La investigación y la docencia deben buscar prioritariamente resolver los graves problemas del país: violencia, pobreza, impunidad, gran desigualdad económica y de oportunidades entre una minoría que tiene todo a su alcance y una mayoría a la que se le sigue negando el goce de los derechos humanos fundamentales, especialmente los derechos económicos, sociales y culturales. Ello orienta nuestras agendas de investigación y proyección social, e incluso determina aquellas carreras, especialmente de postgrado, que se imparten.
Para la UCA, la palabra sigue siendo muy importante, y, semanalmente, nos pronunciamos sobre temas de la coyuntura nacional que nos parecen clave, a fin de seguir anunciando y realizando históricamente el Reino de Dios, es decir, contribuyendo a que un día todos los salvadoreños y salvadoreñas podamos vivir dignamente como hijos del mismo Padre y hermanos entre nosotros.
En el nº 2.917 de Vida Nueva.