La comunión del divorciado

La comunión del divorciado

SILUETA_RestrepoJAVIER DARÍO RESTREPO | Director de Vida Nueva Colombia

“Otra manera de ver y de tratar a los divorciados vueltos a casar…”

 

 

Los divorciados vueltos a casar estuvieron en el aula sinodal, en donde se había formulado una bella descripción del matrimonio sacramento.

La solicitud de los divorciados que quieren acceder a la Eucaristía parecía entrar en abierta contradicción con una tradición de siempre: la Eucaristía se recibe después de la purificación que logra el sacramento de la Reconciliación; por tanto, es premio para los que han confesado sus pecados y hecho penitencia por ellos.

Esa tradición es la que se puso en cuestión ante la solicitud de los divorciados vueltos a casar. Su acceso a la comunión entraba en contradicción también con otro lugar común. Estas personas son vistas no solo como sujetos de una situación irregular, sino de pecado. Dentro de la rigurosa y severa lógica tradicional, puesto que están en pecado, no son dignos de recibir la Eucaristía. En ese contexto es explicable la reacción de rechazo que recorrió el aula sinodal; también resultó lógica la vehemencia de la discusión que siguió y que el propio papa Francisco agradeció como una expresión de vitalidad eclesial; por eso pudo ser seguida con serenidad, según testimonió el propio Pontífice.

En ese momento iban a tener aplicación las repetidas expresiones de Francisco sobre la misericordia y la compasión, sobra la Iglesia como casa abierta que recibe a todos sin excluir a nadie, en la que los sacerdotes no se dejan convertir en agentes de aduana, más dispuestos a cerrar las puertas que a abrirlas. Fueron las dos visiones que se enfrentaron, dentro de un propósito común: encontrarles soluciones pastorales a los problemas de las familias y matrimonios de hoy. Los padres sinodales debieron examinar, entre otros, dos puntos claves: sus ideas pastorales sobre la Eucaristía y su actitud ante los divorciados. Dieron por supuesto que su fe en el misterio eucarístico no estaba en cuestión; pero las prácticas pastorales, sí.

En una carta previa al sínodo, el obispo Johan Bonny, de Amberes, adelantó la pregunta que ocuparía la atención del mismo: “¿Esta es una cuestión basada en la doctrina o es solamente una cuestión de disciplina?”. La pregunta se funda en una duda: ¿la Eucaristía debe ser administrada como premio a la pureza o como un alimento para débiles y necesitados de ayuda? Para el obispo Bonny, los divorciados “necesitan la Eucaristía para crecer en unión con Cristo y con la comunidad de la Iglesia, y para asumir su responsabilidad como cristianos en su nueva situación”.

 

Invitados a la mesa

Se pregunta, además, este obispo (¿también lo hicieron otros prelados durante la discusión del tema?) si estas prácticas tradicionales responden “a la intención de Jesús con respecto a la Eucaristía; y alude a los pecadores y publicanos que le acompañaban en la mesa; y a sus repetidas expresiones sobre la invitación a comer que hacía a pobres, tullidos, cojos y ciegos. También invoca el obispo de Amberes la apertura y compasión con que Jesús invitaba a la mesa común en el Reino de Dios. Tienen tal fuerza estas referencias del Evangelio, que Bonny concluye desde la concrección: “Estoy convencido de que la Iglesia tiene un mandato de explorar cómo puede dar curso a la Eucaristía para divorciados y vueltos a casar”.

A esta revisión se agrega otra: la de la actitud pastoral ante el divorciado, que ha sido de rechazo y de condena. Desde su burbuja de cristal, la teología moral y sus voceros han condenado al divorciado y lo han excluido; pero otro es el pensamiento que hoy domina en la Iglesia, impulsado por Francisco, quien, a su vez, invoca el sólido apoyo del Evangelio. Es un discurso, el del Papa, que argumenta con la lógica de Jesús, para quien son los enfermos los que tienen necesidad de médico y no los sanos; y la misión del Hijo de Dios, “quien ha venido para salvar lo que estaba perdido”. Desde este punto de vista, la pastoral para los divorciados debe cambiar.

Creo que en esos términos debió desarrollarse una discusión sinodal que, finalmente, a pesar de sus reiterados puntos medios, concluyó con la aceptación de otra manera de ver y de tratar a los divorciados vueltos a casar.

Ni el pan convertido en piedra de los tradicionalistas ni la piedra convertida en pan de los progresistas, sino la comunión para los divorciados desde una perspectiva de compasión y de misericordia.

En el nº 2.918 de Vida Nueva.

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