Pueblo lleno de fe y necesidad de luz

Juan María Laboa(Juan María Laboa– Profesor emérito de la Universidad Pontificia Comillas) 

“Subrayemos, pues, esta ocasión única que resulta pecaminoso desaprovechar. Esa presencia de tantos jóvenes y adultos en una Iglesia cada día más anciana es un auténtico reto a nuestra responsabilidad, creatividad y capacidad de acogida. Esos laicos que dirigen las cofradías deben ser conscientes de la ocasión que tienen para animar a los cofrades a una formación más seria y a un cristianismo más comprometido”

Nos quejamos a menudo de que nuestras iglesias han quedado vacías y sin jóvenes, pero llega la primavera y, en un instante, parece cambiar la situación. Una vez más, en Semana Santa, millares de jóvenes y adultos participarán en las procesiones. No me refiero a los espectadores, sino a los costaleros, a los cofrades con cargos y a cuantos recorrerán la procesión acompañando a sus imágenes.

Muchos de ellos han participado también en los diversos ritos y liturgias a lo largo del año. He tenido ocasión de confesarles en vísperas de las procesiones, y su seriedad y devoción resulta manifiesta. Su actitud es receptiva y el clima del momento ayuda a hablar y escuchar religiosamente.

¿Todo es gloria? No, hay también mucha rutina y superficialidad. Como, en general, en buena parte de los cristianos, pero, en este caso, probablemente más dispuestos a recibir una llamada de atención sobre las posibles incoherencias.

Subrayemos, pues, esta ocasión única que resulta pecaminoso desaprovechar. Esa presencia de tantos jóvenes y adultos en una Iglesia cada día más anciana esun auténtico reto a nuestra responsabilidad, creatividad y capacidad de acogida. Esos laicos que dirigen las cofradías deben ser conscientes de la ocasión que tienen para animar a los cofrades a una formación más seria y a un cristianismo más comprometido. Y los sacerdotes, en lugar de insistir en las difíciles relaciones, deben ser los animadores de una tradición antiquísima que necesita ser renovada y reanimada.

Potenciemos dos objetivos ya existentes: implicar a los cofrades en obras de caridad que exijan mayor implicación personal y fomentar una formación doctrinal y religiosa que dé sentido y profundidad a su pertenencia cofrade. En la vida, las prácticas no tienen valor si no se interiorizan.

En el nº 2.655 de Vida Nueva.

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