Iglesia joven

Alberto Iniesta, obispo auxiliar emérito de MadridALBERTO INIESTA | Obispo auxiliar emérito de Madrid

No deja de ser llamativo: mientras que en la creación –mítica– del hombre la mujer nace del varón, en cambio, en la Encarnación –histórica– del Hombre nuevo, el varón nace de la mujer. Y no ya con un cuerpo formado y maduro como Eva, sino un bebé que había que gestar, parir, amamantar, educar, enseñarle a hablar y a rezar. San Lucas lo dice con cierto descaro: crecía no solo en el cuerpo, sino en gracia…

En la visita de María a su prima Isabel aparecen las mujeres como portavoces de los varones, aunque más adelante pasen a segundo plano, y ellos adquieran todo su protagonismo. Y en este sentido, el momento más significativo es la travesura de Jesús, perdiéndose de la presencia de sus padres para ir al Templo, a dedicarse a las cosas de su Padre.

Más adelante, en el banquete de boda de Caná, la influencia de la mujer sobre el varón consigue un milagro muy significativo, porque en un primer momento el Señor se negaba, y además influyó decisivamente en la fe del grupo de discípulos que en aquel momento empezaba a formar.

Cuando llega La Hora, el Hijo asume en el varón la responsabilidad principal de la historia de la salvación, ayudado por la Iglesia, animada por el Espíritu.

El Vaticano II inició un movimiento de renovación, destacando no solamente el valor espiritual de la mujer en la Iglesia, que siempre lo tuvo y lo reconoció, sino el valor ministerial, según los carismas recibidos, salvo los que estén estrictamente vinculados a la ordenación sacerdotal.

Y en esas estamos, incorporando crecientemente a la mujer a los puestos de responsabilidad administrativa, pastoral, académica, etc.
¿Hasta dónde y hasta cuándo? La Iglesia de 2015, que acabamos de estrenar, es todavía joven, y puede crecer indefinidamente bajo el impulso del Espíritu, en seguimiento de los signos de los tiempos. Con Cristo, también la Iglesia está en expansión hacia la Parusía.

En el nº 2.925 de Vida Nueva.

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