JOSÉ LORENZO | Redactor jefe de Vida Nueva
Todavía no le han nombrado nada y ya levanta ampollas su posible traslado a Barcelona. Los sectores más soberanistas de la prensa y la Iglesia en Cataluña ven en Juan José Omella –de quien se dice que podría sustituir al cardenal Sistach– no solo a alguien “de fuera”, sino también, como obispo que fue de Barbastro-Monzón, a “uno de los brazos ejecutores del debilitamiento de la diócesis de Lleida”, partida hace 20 años, e impulsor del conflicto por la devolución de los bienes de La Franja.
Quienes así piensan encontrarían una nueva afrenta medio siglo después del Volem bisbes catalans! El sector más moderado y “no soberanista” del clero barcelonés, sin recurrir a esos argumentos, coincide sin embargo en que sería “otra equivocación histórica”. Respetan y valoran, por supuesto, la figura de Omella y no levantarían pancartas en su contra, pero aseguran que no, que no es cierto que el clero le recibiría con los brazos abiertos y que sería una bofetada humillante cuando también entre ellos hay sacerdotes –y obispos– con una formación más que suficiente para afrontar esa responsabilidad, y en un momento tan delicado como el que están viviendo desde el punto de vista político. También muy dolorosa resultaría la carcajada del soberanismo, la nueva religión en Cataluña, la burla por ser tan irrelevantes que ni siquiera han sido capaces de convencer a los suyos de que es necesario ver esta cuestión con una sensibilidad especial, de que merecen ser dignos de confianza.
Escuchar estos lamentos de gente ecuánime, entregada al Evangelio, que siente la tierra y conoce la mirada universal de la Iglesia lleva a preguntarse por cómo hemos venido a parar aquí. Rechazan el soberanismo de dentro, pero temen la reacción que genera fuera. Hay sensación de derrota, de años perdidos, aunque se estén jugando las últimas bazas, con Sant’Egidio detrás, que por algo es especialista en conflictos.
Y no les vale la descentralización que está practicando Francisco, que las periferias sean ahora terminales de gobierno colegial, que incluso el episcopado catalán este dividido sobre candidatos y precedencias… La humillación es la clave que imposibilita la aceptación y hace lastimoso el servicio del que llega, aunque venga apercibido. Cuestión de finezza.
En el nº 2.926 de Vida Nueva
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