RAÚL BERZOSA, obispo de Ciudad Rodrigo
Cuentan de santa Teresa que se encontró cierto día con un sacerdote y se atrevió a decirle, más o menos: “Pobre D. Juan; iba para santo y se quedó en canónigo”. En el caso de don Ricardo Blázquez, la frase, en un ficticio encuentro con la Santa, hubiera sido otra: “Pobre sacerdote, ¡en los líos que le han metido sin buscarlos ni quererlos!”.
Así ha sido su vida: un servir donde le han llamado. Sin esperar nada, sin buscar nada. Para mejor glosarlo, me remito al gran teólogo alemán Hans Urs von Balthasar: “Tú, como dócil y humilde tesela de un mosaico, no eliges el lugar que debes ocupar; sencillamente, te colocan”. Sacerdote, profesor, obispo, cardenal…
Tuve la suerte de conocer a don Ricardo, primero, en la Universidad Pontificia. Teólogo conciliar, enseñando una sana y renovada eclesiología. Posteriormente, tendría que asumir el ser gran canciller de la misma. Más tarde, es llamado a ser obispo auxiliar en Santiago de Compostela. Seguían siendo la sencillez y la cercanía, como buen pastor, sus más destacadas cualidades. Se hacía realidad un principio pastoral del papa Francisco: “El tiempo es superior al espacio”. Hay que saber esperar y confiar en la Providencia.
Al poco tiempo, fue nombrado obispo de Palencia, mi segunda tierra, por parte materna. No resultó diócesis fácil: ni por el momento ni por las circunstancias. Pero supo atraerse el afecto sincero de todos. De nuevo, se hacía realidad un segundo principio pastoral del papa Francisco: “La unidad prevalece sobre el conflicto”. Supo unir, limar asperezas y sembrar calladamente.
Le esperaba Bilbao. El “tal Blázquez” fue recibido con reticencia y desconfianza y, sin embargo, supo encarnarse en aquella diócesis tan diferente a las que había pastoreado hasta entonces. Su libertad, su autenticidad, su espiritualidad… ¡ganaron a sus gentes! Se hizo realidad un tercer principio pastoral que el papa Francisco nos viene repitiendo: “Lo real es más fuerte que la ideología”.
En la actualidad, Valladolid. Se puede decir, sin exageraciones, que sabe aglutinar y entender y atender a pastores, consagrados y laicos. Y que lleva con firmeza y suavidad el timón de la diócesis, de la provincia eclesiástica y hasta de la región del Duero. Se hace realidad el cuarto principio del papa Francisco: “El todo es superior a la parte”. En verdad, es un obispo católico y de la catolicidad.
Por si fuera poco, ha simultaneado su ser obispo, auxiliar y diocesano, con cargos y cargas en la Conferencia Episcopal: responsable de algunos secretariados, vicepresidente y presidente. ¡Siempre estaba ahí!; sin hacer mucho ruido. Sumando y no restando. ¡Y escribiendo! Sus obras son de las que se leen.
Soy testigo de una anécdota significativa: hace un año, en la visita ad limina en Roma, el papa Francisco le hizo esta confidencia: “Estoy leyendo uno de sus últimos libros sobre el Vaticano II”. Como hombre de gobierno, fiel y prudente, fiable y veraz, recibió de la Santa Sede encargos “especiales”. Igualmente, se recuerdan sus brillantes intervenciones en los sínodos de obispos.
Y, como cardenal, ¿qué le espera…? Sin duda, más de lo mismo y más de lo nuevo. Estará muy cerca del Santo Padre y del colegio cardenalicio y será miembro de diversos dicasterios. ¡Siempre sirviendo! El canon 351 del Código de Derecho Canónico pide a los cardenales que destaquen notablemente por su doctrina, por sus costumbres, por su piedad y por su prudencia en la gestión de los asuntos.
¿Puede extrañar, leyendo estas cualidades, que el papa Francisco se haya fijado en don Ricardo? Para toda la Iglesia, pero especialmente para nuestra tierra castellanoleonesa, ha sido el mejor regalo en el año de gracia de 2015. Pedimos por él y nos encomendamos a sus oraciones.
En el nº 2.930 de Vida Nueva