No es lugar para cardenales


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José Lorenzo, redactor jefe de Vida NuevaJOSÉ LORENZO | Redactor jefe de Vida Nueva

Ya tenemos sentencia en el rocambolesco caso del Códice Calixtino: prisión para el ladrón y tirón de orejas y penitencia para la diócesis. Las orejas las ha dejado coloradas el juez, a quien la gestión económica del dinero que se recaudaba en el tercer lugar de peregrinación de la cristiandad le parecía presidida por una “clamorosa desidia”. La penitencia la notan desde hace semanas los cepillos de la catedral, que no esperaron a sentencia alguna para tener claras las responsabilidades últimas y los peregrinos prefieren dejar limosna en otros puntos del Camino

El caso, a pesar del recurso de la defensa, está cerrado, aunque tardará en olvidarse el tiempo que necesiten las imágenes para amarillear. Son de esas noticias que alimentan el poso de la incoherencia de quien predica la pobreza y maneja zafiamente los fajos de billetes. Como la que se está viviendo estos días en Madrid. Difícil zafarse de las imágenes del famoso ático al que se ha mudado el arzobispo emérito de Madrid, y no solo por sus dimensiones, sino por las críticas a una decisión que le ha costado a las arcas diocesanas un buen pellizco de dinero, cuando hay proyectos pastorales pendientes de un hilo por cuestiones económicas, y, además, con la posibilidad de dejar en el paro a varias familias.

Críticas, hay que decirlo, de todo tipo y pelaje, como la escuchada a un presunto periodista que afirmaba que el dinero de la reforma de la vivienda salía directamente del cepillo de las limosnas. No es así en este caso, pero esa sí es la imagen que se le queda a la mayoría de quienes hoy leen, ven o escuchan las noticias sobre el ático del cardenal Rouco. ¿Es que no había otro lugar más discreto para retirarse? ¿Cómo es que nadie le advirtió de la vergüenza que se le venía encima a él y del daño para la imagen de toda la Iglesia?

No se trata de que el cardenal tenga que vivir debajo del viaducto que está justo debajo de su nueva vivienda, en las inmediaciones de la Almudena, pero a su disposición había otras alternativas igualmente dignas, pero más acordes con esa Iglesia pobre y para los pobres que reclama Francisco y ya consagra el Evangelio. A estas alturas, su vida no merecía este error, que se encadena a otros desde la noticia de su relevo y que no deja tampoco en buen lugar a sus consejeros. Si es que los escucha. Hay imágenes que hacen más daño a la Iglesia que películas ante cuyos cines se montan exorcismos.

En el nº 2.931 de Vida Nueva