¿Un pontificado desestabilizador?

DANIEL ROJAS SEGOVIA. Religioso misionero. (MENDOZA, ARGENTINA) | Acabo de visitar España. Con sorpresa, encuentro que varios sectores eclesiales no se adhieren al testimonio del Papa. En varios casos, se percibe un sospechoso silencio ante las muchas noticias de Roma.

En tierras del sur de la Península, un prelado afirma, pública y privadamente, que “este Pontífice es igual que todos; lo demás son problemas de prensa”. La Iglesia, según él, ni cambia ni puede cambiar.

En una casa sacerdotal en tierras castellanas, en una sobremesa, la conversación sobrepasa el silencio sospechoso; dicen abiertamente: “Este pontificado desestabiliza a la Iglesia… Se está sembrando la duda sobre principios morales inamovibles… Menos mal que esta crisis durará poco tiempo…”. Concretan en España esos efectos negativos: “Esto se parece mucho a aquello de Cristianos por el Socialismo”, que parecía superado, pero ahora “viene desde arriba”.

“Crean malestar algunos arzobispos recién nombrados…”. Pero un buen hermano que llega a aquella casa parece superar, de lejos, a todos los demás que hablan: “España tendría que volver a sus mejores tiempos…”. Y estos, según él, habían sido cuando en la nación estaban claras dos prioridades devocionales: “La devoción al Papa y a la Inmaculada”. Pero eran otros pontífices; otra cosa.

Algunos escuchamos esto en silencio. Posteriormente, uno me decía: “No todo el mundo en esta nación piensa así ni actúa así”. No hay duda ninguna en esto último tampoco; menos mal. Pero desde Santander hasta Murcia o de Zamora a Gerona, se están oyendo cosas parecidas; juntamente con un fuerte anticlericalismo extrañamente mezclado con alabanzas al Papa; más aún de personas no allegadas a la Iglesia.

En un obispado se dan recomendaciones, también escritas, a todo su personal activo. Llaman la atención las prioridades que se le inculcan a los variados agentes de pastoral: la primera es estudiar el Catecismo de la Iglesia. La segunda, que pueden leer los textos del Vaticano II quienes lo deseen. La tercera, no está. O sea, que el Nuevo Testamento no estaría en ninguna de las prioridades.

Las prioridades están al revés, con resultados negativos visibles. El resto de Israel también está, aunque menos visible. Y sí que está el obispo de Roma, que testimonia el Evangelio. Y el Espíritu Santo, que hace florecer los desiertos.

En el nº 2.932 de Vida Nueva

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