JESÚS SÁNCHEZ CAMACHO | Profesor CES Don Bosco
Ya lo dijo Octavio Paz: “América no es tanto una tradición que continuar como un futuro que realizar”. En estos últimos meses, hemos visto un signo de cambio en el inicio del deshielo entre La Habana y Washington. Y aunque aún quedan más zonas del continente donde los derechos humanos siguen en lista de espera, el crisol espiritual y cultural de Latinoamérica tiene mucho que alumbrar al resto del mundo.
En el siglo XXI, Vida Nueva se percata de ello. Y, desde Madrid, la revista prolonga su tenacidad en un puente, social, eclesial y cultural hacia el otro lado del Atlántico. En junio de 2010, se estrena Vida Nueva Colombia; en diciembre de 2011, Vida Nueva México; y en octubre de 2012, Vida Nueva Cono Sur.
En la presentación de esta tercera edición latinoamericana, el cardenal Jorge Mario Bergoglio confirma la misión de la revista: “Les agradezco que hagan este esfuerzo para que, en la Iglesia que camina en Argentina y en el Cono Sur, vaya entrando este aire fresco. Que la libre del cansancio (…), (y de) las dos, probablemente, más grandes tentaciones que padece la Iglesia, al menos hoy: la mundanidad espiritual y el clericalismo”.
En el nº 462, la revista otea el escenario de Iberoamérica. Con la intención de destapar el velo de la ignorancia de los españoles sobre el sur del continente americano, el periodista Antonio González Hernández hace un retrato de su realidad. Quién le iba a decir a un colaborador que vive tantas experiencias en Latinoamérica que, cincuenta años después, Vida Nueva haría periodismo en aquellas tierras.
Los lectores de hoy somos hijos de otro tiempo. Pero descubrimos intemporalidad en la hoja de ruta que José María Pérez Lozano esgrime en el primer número: llevar al lector a “una concepción positiva, gozosa, cristiana de la existencia” y “señalar males y defectos de nuestra sociedad, pero también (…) esperanza”. Y a una “amistad justificada, (…) en las rotundas y recias verdades del Evangelio (…). Y os digo amistad, pero podría deciros amor”.
En el nº 2.934 de Vida Nueva