Millones de cristianos en todo el mundo han celebrado estos días la Pascua ortodoxa. En España, algunas diócesis -sobre todo aquellas en las que más ha aumentado la inmigración- han podido ver y vivir, por primera vez, sus celebraciones litúrgicas. Fieles y obispos católicos se han sumado, en casos contados, a ellas como testimonio de ese anhelo de unidad. Son los menos. A la anémica situación que atraviesa el ecumenismo en España le está afectando con saña últimamente el mal del indiferentismo hasta el punto de que loables iniciativas, pioneras en su tiempo, languidecen por falta de atención, cuando no desafección, de quienes más deberían velar por su persistencia. En este caso, no parece importar demasiado que el del ecumenismo sea uno de los temas más queridos por el papa Benedicto XVI…
En el nº 2.657 de Vida Nueva.