(Vida Nueva) Recientemente se ha conocido la decisión del Gobierno de Cantabria de retirar los fondos públicos a un colegio concertado que promovía la educación diferenciada por sexos. ¿Es mejor esta opción que la de juntar a niños y niñas? El debate está en la calle, y enlas páginas de Vida Nueva lo centran dos profesores universitarios: José Mª Barrio (Antropología Pedagógica) y Andreu Ibarz (Ciencias de la Educación).
Una opción perfectamente legímita
(José María Barrio– Profesor titular de Antropología Pedagógica en la Universidad Complutense de Madrid) La educación diferenciada en la escuela es una opción perfectamente legítima de los padres que la prefieren para sus hijos, y supone una forma particularmente respetuosa de abordar los diferentes ritmos de maduración y aprendizaje de los chicos y las chicas”. Ésta es la afirmación que mantengo al respecto de este tema en mi libro Educación diferenciada, una opción razonable (Editorial Eunsa, 2005).
Frente a la situación generada en las comunidades autónomas gobernadas por el Partido Socialista Obrero Español (PSOE), en las que se acosa cada vez más a los centros que optan por este sistema de organización escolar, considero que cada vez es más claro que la clave del debate coeducación-escuela diferenciada estriba en la priorización de alguno de estos valores: bien la comunicación existencial de los géneros a edades particularmente sensibles para el desarrollo personal de los chicos y las chicas, o bien el desarrollo intelectual y moral de cada chico y cada chica. Las escuelas diferenciadas son lugares donde los estudiantes van a aprender, no a jugar, no a molestar a los profesores y a los demás estudiantes, y no principalmente a encontrarse con sus amigos y divertirse. La elección en pro de lo académico hecha por los padres y los estudiantes es la principal variable explicativa. Esta opción pone en movimiento todo un juego de relaciones entre maestros, padres y estudiantes que da énfasis a lo académico y quita relevancia a los valores de la subcultura juvenil que dominan las escuelas coeducativas.
Indicios más que razonables
Si bien no hay aún evidencias empíricas suficientes de que el modelo diferenciado sea pedagógicamente preferible al coeducativo, hay indicios más que razonables de que así lo es, al menos en cuanto al rendimiento académico. No hay una voz unánime en la discusión pedagógica, pero lo que resulta cada vez más claro es que el dogmatismo coeducativo se ha impuesto en España por razones ajenas al criterio pedagógico y académico. Por otro lado, en nuestro país sería constitucionalmente inviable una normativa legal que imponga -de manera directa, o bien indirectamente a través de los mecanismos de financiación pública- el régimen coeducativo a los centros concertados, también por afectar negativamente a un derecho de los padres y titulares de centros: demandar y ofertar un ideario propio que no sólo se fundamente en razones de orden moral y religioso, sino también filosófico y pedagógico según un modelo característico y especializado, lo cual es perfectamente legítimo en el Estado de Derecho, y responde a la lógica del pluralismo social.
Si no comporta otras desigualdades en cuanto a instalaciones, condiciones materiales, preparación y titulación del profesorado, planes de estudio, etc., la escuela diferenciada por sexos supone un mejor ajuste de la tarea educativa a las especificidades y ritmos de crecimiento de chicos y chicas, sin prejuzgar por ello nada en contra de la escuela mixta.
En uno de los trabajos que expongo en el anteriormente mencionado libro, se examina la sentencia de una corte judicial de Filadelfia (Estados Unidos). El caso reviste especial interés porque se analiza con detalle un elemento que no suele constar entre los términos en los que se produce el debate en España (si es el caso que pueda hablarse aquí de auténtico debate, lo cual es más que dudoso). La sentencia atribuye la carga de la prueba a quienes acusan de discriminatoria a la escuela diferenciada: ¿En qué aspectos perjudica ésta a las chicas? Tal es el punto clave que habría que aclarar si se examinan atentamente las cosas desde la perspectiva jurídica, pues antes que garantizar la viabilidad de un proyecto de ingeniería social, el Derecho ha de proveer la defensa de los legítimos intereses del más débil en un eventual conflicto. En efecto, “discriminar”, jurídicamente significa infligir un injusto perjuicio (aquí, se supone, a las chicas). Pero habría que aclarar mejor en qué sentido “diferenciar” implica “perjudicar”, pues los datos disponibles más bien obran en contra de esta suposición, sobre todo si se atiende a los aspectos académicos de la discusión.
Educación integral para una cultura de la diversidad
(Andreu Ibarz– Profesor del área de Humanidades de la Facultad de Ciencias de la Educación Blanquerna, Universitat Ramon Llull) En el debate de la separación de sexos en la escuela (educación diferenciada) hay por lo menos dos cuestiones. La primera, hace referencia a su presencia y legitimidad. En un contexto de pluralismo, libertad y respeto a la iniciativa privada, parece obvio que ésta tenga un espacio en el escenario socioeducativo. Otra cosa son los condicionamientos que imponga la política educativa que, en un sistema democrático, pueden entrar en disconformidad o litigio. La segunda -mucho más importante- es la pretensión de ésta como alternativa o mejora de la coeducación en el marco de formación integral y de una educación que pretende aprender a conocer, hacer, vivir juntos y a ser.
Los actuales espectros de su implantación en el mundo corresponden a sectores sociales altos o muy altos y, con menor tradición, a clases sociales muy bajas con alto nivel de desestructuración. Probablemente, el éxito en el primer caso no sea tanto el efecto de la “diferenciación”, sino la incidencia de una mayor formación de los padres o de un mayor número de recursos, por citar ejemplos. En la segunda situación, se trata de una respuesta convulsiva que podría obtener similares resultados si los recursos se aplicaran para una mayor ratio de educadores por aula o a un mayor acompañamiento asistencial. En cualquier caso, reconociendo que la coeducación no ha dado todavía lo mejor de sí y que le queda recorrido, explicitamos algunas objeciones frente a la educación diferenciada.
1. No es aceptable la universalización de situaciones que, en ocasiones, predica. En los centros mixtos, por ejemplo, ni todas las niñas van angustiadas e intimidadas, ni todos los adolescentes se exhiben con ejercicios de fortaleza física provocando distracciones y prioridades ajenas al proceso escolar.
2. Cae en el error de comparar datos de una mala educación mixta con los de una buena educación diferenciada. Determinadas comparativas del rendimiento académico, del fracaso escolar o de la igualdad de oportunidades…, lo único que confirman son las buenas o las malas prácticas educativas.
3. En un marco educativo-cultural que ya ha asumido el concepto de formación para toda la vida parece poco coherente priorizar resultados y rendimientos académicos en detrimento de otros valores.
4. Se confunde aprender con educar. No se puede negar que -desde la única perspectiva de los resultados- algunos aprendizajes sean más eficaces aplicando estratificaciones y diversificaciones. Pero la escuela debe educar, y eso va mucho más allá.
5. No es válido un uso sesgado o reconducido de los datos científicos. Por supuesto que el desarrollo hormonal de varón y mujer es distinto y que la evolución de los hemisferios del cerebro tiene un diverso proceso madurativo que condiciona el aprendizaje, pero eso no necesariamente conlleva a la “personalización” de la educación diferenciada. Ese tipo de datos ha de servir para una mejor formación de los educadores y para experimentar la complementariedad.
6. Prioriza e hipervalora el “valor innato” de mujer o varón como si fuera una panacea en contraposición con las competencias de un profesorado capaz de gestionar correctamente los procesos educativos.
7. Fomenta nuevas divisiones o exclusiones como en otro tiempo lo fueron las discapacidades o las superdotaciones. Una cosa es la necesaria especialización y colaboración de servicios educativos para atender necesidades especiales, y otra, renunciar a una escuela inclusiva e integradora. Lo propio de la escuela es personalizar asumiendo la convivencia, complejidad y diversidad.
8. Finalmente, no hay que confundir causas, contextos y efectos. Hay, ciertamente, un aumento importante de casos de anorexia, comportamientos que evidencian la falta de valores, erotización…, pero no se puede atribuir, sin más, un aumento de éstos, por la mirada del otro sexo en la escuela.
¿Cuáles son las causas de la reivindicación de esta educación diferenciada? Múltiples y no siempre con el mismo trasfondo. Estamos frente a una corriente preocupada por la crisis social y educativa, que pretende resolver “males” con centros escolares entendidos como “espacios ecológicos” (preservando de determinados “contaminantes”) e “hivernaderos” (de mayor producción). Se prioriza el aprendizaje bajo la pragmática de la eficacia, abandonando el reto de la real complejidad de la educación integral. En la cultura de la diversidad, paradójicamente, la diferencia queda reducida a la priorización y exploración de la propia. Finalmente, no descartamos un pseudofeminismo de corte neoliberal que invierte la antigua prepotencia masculina y discrimina a favor de la condición femenina, porque ella -sin el otro sexo-, es mejor y puede llegar más lejos.
En el nº 2.657 de Vida Nueva.