(Norberto Alcover, sj- Periodista y escritor) Alfonso Coronel de Palma, presidente ejecutivo de la COPE, comunicó, de forma algo precipitada, a Federico Jiménez Losantos su decisión de que no continuara al frente del más relevante espacio de la cadena radiofónica, La Mañana, tras el verano. Ésta es la noticia medular. Pero es obligatorio decir que le ofreció dos de las cuatro horas que en la actualidad controla César Vidal, su íntimo amigo y colaborador, en el nocturno espacio de La Linterna.
Estamos ante una oferta que no cierra la presencia del presentador en la emisora; antes bien, posibilita su traslado a un horario menos apetecible, y compartido. De aceptarlo, Losantos seguiría en la casa, con un evidente descenso de su protagonismo actual, pero con capacidad de trasladar a sus oyentes matutinos al nuevo lugar en la parrilla radiofónica de la cadena de nuestra Conferencia Episcopal. La decisión de Coronel de Palma, en consecuencia, es muy compleja. Otra cuestión, que está por ver, es la reacción definitiva del locutor-estrella y su trascendencia para el conjunto de la nueva organización de la COPE. El tiempo dirá.
Lo importante es que, tras múltiples negociaciones en las que hasta Roma ha intervenido, la COPE ha movido ficha. Con retraso un tanto injustificado, pero la ha movido. Y el contencioso que provoca la presencia de Losantos tanto en la dimensión religiosa como sociopolítica de la vida española parece haber entrado en un proceso de solución para bien de todos los implicados. O al menos para la mayoría. Porque quienes hasta hoy mismo apoyaron al personaje en cuestión tienen que estar muy molestos por la decisión tomada, que afecta a sus intereses de forma directa y relevante. Nos referimos al sector más intransigente de la Iglesia católica y al correspondiente sector del PP, sobre todo en Madrid. Lo que está en juego es imponer una forma de presencia católica dominante en la sociedad. No van por ahí los aires romanos, por lo menos según el cardenal Bertone en su reciente viaje a España.
Una vez más nos reafirmamos: la COPE es una de las grandes realidades de la Iglesia española, no sólo de cara a la obligada Nueva Evangelización, si no también para una reconciliación histórica del todo necesaria. Mucho más allá de la persona de Federico Jiménez Losantos, a quien en todo momento hemos tratado con exquisita discreción desde estas páginas, a la COPE se le abre un horizonte excelente de transformación general en sus espacios principales, poniéndolos en manos de personas que signifiquen una objetiva alternativa al recentísimo pasado, para abrir nuevas perspectivas de cara a una audiencia mucho más amplia y plural que seguramente está esperando una actitud mediática eclesial de naturaleza diferente. Para nada se trata de disminuir el testimonio de fe que define la dinámica de la COPE, si no que puede haber llegado el momento de hacerlo de forma mucho más educada, plural y conectada con infinitas realidades que en la actualidad son desperdiciadas como sospechosas.
Congruencia
En todo caso, hay que aplaudir la decisión tomada y comunicada a Losantos, cuya capacidad profesional no juzgamos; sí lamentamos su estilo poco congruente con un Ideario que hace meses pusimos sobre el candelero en estas páginas. Cada hombre tiene su lugar en la vida y también en los medios, y en ocasiones las empresas tienen que velar para que personas inoportunas no ocupen lugares determinados y determinantes en el espacio del que son responsables. Esto nos lleva a preguntarnos si la posibilidad de que Losantos permanezca en la franja nocturna de la COPE sería una medida oportuna o si acabaría por crear un enésimo problema. Preciso es notar esta posibilidad para salir al paso de futuras decisiones que hoy por hoy están sobre el tapete de esta interesantísima partida de póker, cuando la Iglesia de España ha forzado la jugada definitiva con enorme capacidad de riesgo.
Finalmente, una conclusión de relevante importancia: cuando nuestros obispos así lo desean, y por difíciles que sean las medidas a tomar, su voluntad evangelizadora acaba por imponerse. De tal modo que tomamos buena nota de lo acontecido en este complejísimo asunto, aplaudimos, por el momento, la medida tomada, y deseamos que, en situaciones semejantes, nuestros pastores comprendan que también los demás, en ocasiones tan críticos, pretendemos lo mismo que ellos, un mejor servicio a la Iglesia de España y a su sociedad correspondiente.
En el nº 2.657 de Vida Nueva.