Tribuna

Los alejados

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Francesc Torralba, filósofoFRANCESC TORRALBA | Filósofo

Se afirma, desde hace años, que es esencial reflexionar eclesialmente sobre los que se han alejado. Yo me pregunto: ¿quiénes son los alejados? Y ¿de qué se han alejado? Muchos de ellos formaban parte activa de la comunidad cristiana y, sin embargo, progresivamente, discretamente, han peregrinado hacia otros mundos espirituales. ¿A dónde han ido? ¿Alguien lo sabe?

Los alejados son un tipo de interlocutor que merece un trato singular. Son hombres y mujeres que se sintieron miembros de la comunidad religiosa, que fueron iniciados en los sacramentos, que conocen sus textos y rituales, pero que en un determinado momento de su vida, y por razones muy distintas, algunas conscientes, otras inconscientes, toman distancia de la comunidad de fe. Existe, pues, un pasado, que les identifica y que ha dejado un sedimento en el alma.

Los alejados no son los indiferentes, pero tampoco son, necesariamente, ateos o agnósticos. Existen alejados que, por varias razones, han abrazado el ateísmo o se mantienen en el terreno del agnosticismo. Otros, en cambio, se alejan de una tradición religiosa y se interesan por un nuevo mundo espiritual y abrazan otra fe, otra comunidad y otros textos y rituales.ilustración de Tomás de Zárate para el artículo de Francesc Torralba 2951

Con frecuencia, los alejados se han distanciado por cansancio, por desidia; mientras que, otras veces, por decepción, porque la comunidad de fe se ha convertido en una barrera en la experiencia personal de Dios. Algunos, pues, se han alejado de la institución, porque entendían que la institución era un obstáculo en su vivencia personal de Dios. Otros mantienen una vida de comunidad, pero al margen de los rituales y de las pautas de la comunidad universal.

El diálogo con los alejados plantea algunas dificultades que son propias de este colectivo. No desconocen los textos sagrados, ni la tradición de la Iglesia, ni la comunidad cristiana. Formaron parte de ella, pero poco a poco han tomado distancia de todo lo que recibieron en la infancia. La razón del alejamiento es determinante para empezar, de nuevo, el diálogo.

Si la razón es una herida, una frustración o una decepción, entonces el diálogo comportará unas dificultades muy superiores a si el alejamiento es fruto de la dejadez, de una indiferencia creciente. El factor emocional es determinante: puede catalizar el diálogo, pero también puede bloquearlo, ya que el diálogo no es una pura actividad intelectual e intelectiva, sino una actividad emocional, social, física y espiritual. Intervienen en ello una serie de elementos paralógicos que pueden interrumpirlo o hacerlo muy fluido.

El diálogo con un interlocutor resentido, herido por una experiencia pretérita, marcado por el rencor, es muy difícil y requiere comprender su estado emocional, sus raíces biográficas y las vicisitudes en que vivió. La identidad personal es indisociable de la biografía y solamente podemos comprender el alejamiento del otro si entendemos las fracturas, los sufrimientos de su biografía espiritual.

El interlocutor alejado ya sabe de qué va la cuestión, o como mínimo, eso cree. Este supuesto conocimiento previo puede ser una verdadera barrera para del encuentro de nuevo con Cristo. Sin embargo, es básico escuchar al interlocutor alejado porque expresa las razones de su alejamiento, puede dar claves de comprensión de la pérdida de vigencia social y del eco público que tiene la comunidad de fe en el mundo.

En el nº 2.951 de Vida Nueva.