NURIA CALDUCH-BENAGES | Biblista. Pontificia Universidad Gregoriana
“Mujer tenía que ser”, exclamó mi director de tesis de licencia cuando le propuse el tema sobre el que quería trabajar. Después de leer y releer el cuarto evangelio buscando una palabra, una expresión, un símbolo, un personaje, un texto… que pudiese ser objeto de estudio y que, además, sintonizara con mi sensibilidad, finalmente mis ojos se fijaron en el pasaje conocido como la unción de Betania, muy especialmente en esta frase: “Y la casa se llenó de la fragancia del perfume” (Jn 12, 3).
A él –yo lo percibí al instante–, lo del perfume le pareció una banalidad, un capricho de mujer. A su juicio, entre tantos temas interesantes, yo fui a escoger uno que no solo era irrelevante, sino también excesivamente femenino. Ni que decir tiene que su rechazo inicial se convirtió para mí en un auténtico desafío. Estaba convencida de que el texto encerraba un misterio y yo quería ser la primera en descubrirlo.
Tras mucho estudiar por mi cuenta, advertí que otros autores ya habían tenido la misma intuición, lo cual no me hizo desistir del empeño. Al contrario. Pasado un tiempo, dicha investigación se convirtió en mi primera publicación científica. La alegría al recibir la noticia fue indescriptible. Ingenuamente corrí a comunicárselo a mi director, quien, sin levantar los ojos de la mesa y quitándole importancia al asunto, reaccionó con una frase memorable: “Hoy día lo publican todo”.
Mucho ha llovido desde entonces. Los tiempos han cambiado y las mujeres no solo estudian Biblia y teología, sino que la enseñan a las nuevas generaciones. Imparten cursos, conferencias, investigan, publican, son decanas e incluso rectoras de universidades pontificias (algo impensable años atrás) y, lo que es más importante, son sujeto de su propia reflexión bíblica y teológica.
No son simples repetidoras de lo que han aprendido de sus maestros, la mayoría varones, sino que han desarrollado un modo diferente de leer e interpretar los textos, una nueva hermenéutica que entusiasma a algunos e incomoda a muchos. Incontables son las autoras que se han acercado a la Biblia desde una óptica feminista, estudiando no solo los personajes femeninos de la Biblia, sino las metáforas, los símbolos, el lenguaje y todo aquello relacionado con lo femenino.
En los últimos 30 años hemos asistido a una auténtica revolución feminista en los estudios bíblicos que ha abierto nuevos horizontes de investigación y refrescado el ambiente con nuevos acercamientos metodológicos. Valga como ejemplo la colección de exégesis, Biblia e historia de la recepción La Biblia y las mujeres (Verbo Divino). Es un proyecto internacional muy ambicioso, que quiere recuperar la interpretación de la Biblia por parte de las mujeres y la lectura de los textos bíblicos femeninos. En él colaboramos numerosas biblistas españolas. Aún no se han publicado los 21 volúmenes, pero esperamos lograrlo en los próximos años.
Puedo imaginarme qué diría mi profesor si levantara la cabeza: “¡Se atreven con todo, hasta con una enciclopedia!”.
En el nº 2.955 de Vida Nueva