Un análisis sobre la primera semana de la XIV Asamblea General
J. L. CELADA | Si alguien todavía no tenía claras las verdaderas intenciones y prioridades del Sínodo sobre la Familia, el papa Francisco se encargó de disipar cualquier duda desde el preciso instante en el que se inauguraron los trabajos: “La doctrina católica sobre el matrimonio no está en cuestión en la asamblea precedente ni ahora, es la doctrina que conocemos y conserva su validez y no será tocada”. Palabras que subrayaba el padre Federico Lombardi, el martes 6, durante su comparecencia diaria ante los medios.
Aunque el portavoz vaticano se erige durante este mes en correa de transmisión (y filtro) de cuanto sucede en el aula, los padres sinodales también buscan sus cauces para que el conjunto de la Iglesia universal vaya conociendo cuáles son sus preocupaciones, los temas que están sobre la mesa de debate o los motivos de desencuentro. Al fin y al cabo, ese es el “clima de libertad” al que alude uno de los prelados asistentes, quien –en conversación con Vida Nueva– reconoce que “buena parte de los curiales, los cercanos a Francisco, sí tienen claro” lo que Bergoglio quiere. No así los “consabidos conservadores”, se lamenta.
La misma fuente confirma, en este sentido, lo que ya se ha venido poniendo de manifiesto en las semanas previas a la cita sinodal, que “hay dos visiones: los que quieren que se ratifique la doctrina y los que estamos en la otra orilla”. “Este Sínodo no era para tratar la doctrina que ya se conoce, sino para encontrar caminos nuevos en la asunción de la realidad familiar”, defiende al hacer su particular relectura de la consigna de Francisco.
Seguramente, está pensado también en la otra gran directriz establecida por el Papa al inicio de las sesiones: “Para nuestra tarea sinodal –exhortaba entonces–, debemos tener presente que no debemos dejarnos condicionar nuestro horizonte de trabajo en el Sínodo, como si el único problema fuera la comunión a los divorciados. El horizonte es más amplio”. “A buen entendedor… Nos estaba diciendo que no se le hiciera mucho caso a lo que se estaba manejando fuera”, interpreta este padre sinodal.
Mientras tanto, si bien “es demasiado pronto para calibrar todo”, el propio obispo comparte con esta revista sus primeras sensaciones de cuanto está sucediendo de puertas adentro: “Tengo la impresión de que los grupos hispanos, el alemán, uno de los franceses y alguno de los ingleses están por la vía aperturista. Pero parte de los ingleses, y en este momento son los grupos mayoritarios, y los dos italianos, quisieran que no se dijera nada nuevo”.
A la espera de que estas semanas “den de sí” todo lo que nuestro interlocutor desearía, los trabajos siguen su curso con las intervenciones de los participantes, que parecen estar dando la razón al Papa: el único problema no es la comunión a los divorciados. El horizonte “más amplio” al que él se refería incluye otras preocupaciones, que los padres sinodales van exponiendo en las congregaciones generales y en los círculos menores.
Aunque sin mencionar nombres, sí se ha podido saber que algunos de los latinoamericanos han denunciado “presiones económicas” en sus países para obligar a imponer una “ideología de género” que “busca hacernos creer que cualquier diferencia es una injusticia”; los africanos, por su parte, han hablado de desafíos como el de la poligamia; y los patriarcas orientales han puesto el acento en la problemática derivada de las migraciones.
Al margen de estas inquietudes asociadas a la especificidad geográfica de cada continente, no están faltando tampoco otras cuestiones que afectan la Iglesia universal, como la necesidad de una pastoral que se preocupe por fortalecer el vínculo del matrimonio o la importancia de crear condiciones para ayudar a los matrimonios con problemas concretos. “Tenemos que tener la Palabra de Dios en una mano y el periódico en la otra”, reclamaba otro padre sinodal.
En el aula sinodal se han podido escuchar, asimismo, testimonios relativos a la revolución cultural y el cambio de época que vivimos; al lenguaje que debería emplear la Iglesia para hablar al hombre, a la mujer y a la familia de hoy, evitando interpretaciones negativas; a la importancia de los ancianos dentro de la institución familiar; a la violencia en la familia y en la sociedad… Finalmente, ha habido voces que han reclamado soluciones tan concretas como el hecho de facilitar el bautismo a parejas de no bautizados que viven juntos y quieren casarse por la Iglesia.
En el nº 2.959 de Vida Nueva.
LEA TAMBIÉN:
- Calendario de trabajo del Sínodo 2015
- Lista de los participantes en el Sínodo 2015
- ESPECIAL: Sínodo de la Familia 2015