(José Mª Rodríguez Olaizola– Sociólogo jesuita)
“A veces hay que atrincherarse en el silencio y dedicar tiempo de calidad a meditar. Para no quedar sepultados por una avalancha de historias sin hilo conductor o para no entrar en el juego perverso de las ideas desencarnadas”
De palabras, de noticias,de imágenes, de encuestas, de opiniones, de títulos, de artículos, de nombres, de ideas… Cuestiones reales o ficticias, eclesiales, políticas, económicas, culturales, deportivas…¡Hay que estar a la última! ¡Hay que saber qué pasa! ¡Hay que cargarse de argumentos! ¡Hay que producir para mantener viva la máquina! ¡Hay que estar informados! Ahora es la crisis, mañana la gripe, pasado ¿quién sabe? Ayer era el enésimo partido del siglo, y hoy otra victoria de Nadal. Si buscamos motivos para la trifulca, las polémicas aparecen y desaparecen a golpe de titular. Tampoco en la Iglesia nos libramos de esa inflación. Noticias, blogs, publicaciones, ponencias, artículos, libros, homilías, opiniones y más opiniones, chascarrillos, calificaciones o descalificaciones, juicios y prejuicios…
Hasta estas palabras que yo escribo y tú lees al hojear la revista pueden ser cháchara, cotorreo que ha de llenar espacio. Otra idea más que, en el mejor de los casos, leerás hasta el final para pasar después a otra cosa.
A veces hay que atrincherarse en el silencio y dedicar tiempo de calidad a meditar. Para no quedar sepultados por una avalancha de historias sin hilo conductor o para no entrar en el juego perverso de las ideas desencarnadas. Para conseguir criterios firmes. Para ganar en libertad, sin vivir atrapados en esa dinámica que todo lo devora. Para tratar de comprender los problemas en su complejidad. Para no olvidar lo esencial: la fe, el amor y la justicia.
Pero es difícil. Porque todo nos invita a pasar página rápidamente.
Atrincherados en el silencio quizás aprendamos a mirar mejor.
En el nº 2.659 de Vida Nueva.