JOSÉ BELTRÁN | Director editorial de Vida Nueva
JUEVES 10. Bandeja de entrada. Casi a la vez, recibo dos correos. Uno cuestiona la portada de Rajoy en la que distintas voces de la Iglesia hacen balance de la legislatura: “No le debemos nada al PP”. Otro se detiene en la centrada en Pedro Sánchez por el titular “Laicismo de campaña”. El primero considera que viramos a un lado. El segundo, que tendemos al otro. Gracias a los dos lectores por ser faro. Ni uno ni otro ni el de más allá. La incómoda misión del periodista. Informar y formar de y desde un prisma poliédrico. En tiempo electoral de incertidumbres. La responsabilidad de dar claves de realidad sin militancia velada o de carné. Con las gafas de que disponemos. A buen seguro que con alguna que otra dioptría no detectada. Pero intentando que estén limpias, para descubrir la riqueza en la diversidad. De unos. De otros. Impolutas para que no se escapen de nuestros ojos las motas de polvo que esconde lo de siempre y lo emergente. Al servicio del lector.
SÁBADO 12. Jornada de sofoco. Miro a la mujer de Nazaret. Recapacito. El Ángel no dijo: “Agóbiate, llena de gracia, porque te cae una buena…”. Pero uno lo traduce así en lo cotidiano, y corre el peligro de vivir así el ser cristiano. No. El mensaje era otro: “Alégrate, el Señor es contigo”. Lección para no ahogarse en un vaso de agua. Ni en dos.
DOMINGO 13. Mercadillo solidario de la Fundación Aladina. Soy tendero. Se reciben todo tipo de donaciones. La mayoría, de fácil salida. Alguna que otra, no tanto. Una figura de porcelana de una fallera. Premio para quien la venda. No me miren. Lo logra José Luis. Tal es la gracia con la que lo hace que su clienta le devuelve generosidad. “Si quieres te la regalo y la vendes otra vez”. Así, entre falleras y jarrones varios, récord de recaudación.
MARTES 15. Pastor que consuela. Conforta. Reconforta en el abrazo. Sin distancias con las familias. Juan del Río. Funeral de los dos policías asesinados en Kabul. Sin dar lecciones ni presumir de recetas teológicas contra la irracionalidad más que la empatía. “Siento humanamente la misma impotencia de todos. Eran hombres de bien”. Voz de esperanza. “Ellos llevaron en su mochila a Afganistán, el amor a España y la libertad para su gente, por eso sus nombres están rubricados en el Libro de la Vida”. Voz de denuncia. Y aquí el tono se endurece. “El terrorismo yihadista es una blasfemia contra Dios y contra la dignidad de la persona”.
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En el nº 2.969 de Vida Nueva