50 años de la UISG: una vocación con entrañas de misericordia [extracto]
PATRICIA MURRAY, IBVN Secretaria ejecutiva de la UISG | El 8 de diciembre de 1965, el día que finalizó el Concilio Vaticano II, se firmó el decreto que establecía la Unión Internacional de Superioras Generales (UISG). La Unión se consideró como uno de “los primeros frutos de Perfectae Caritatis”, un desarrollo positivo lleno de esperanza. Durante las décadas posteriores al Concilio, la institución demostraría ser una manera importante de implementar la renovación y adaptación de la Vida Religiosa que pedía el Concilio.
Las líderes de las congregaciones femeninas se reunían regularmente para contextualizar los objetivos más importantes de esa Unión, que incluía el deseo de ser testigos de la identidad carismática de la Vida Religiosa, de reflexionar sobre los desafíos de los tiempos en busca de respuestas adecuadas y de expresar solidaridad y comunión mediante la colaboración en diversos proyectos.
El boletín de la UISG se convirtió en un importante medio para compartir visiones y reflexiones sobre la Vida Religiosa desde distintos contextos y perspectivas culturales, buscando cómo Dios nos pedía nuevas respuestas a las necesidades de un mundo en cambio. En los años siguientes, la UISG se ha incrementado enormemente. Ahora hay más de 1.850 miembros, todas líderes de congregaciones pontificias y diocesanas. A través de su discernimiento y liderazgo participativo, cientos de miles de religiosas buscan de manera continuada oír la voz de Dios llamándolas y animándolas una y otra vez a servir de mil modos nuevos.
El cardenal Braz de Aviz lo retrató muy bien en su homilía durante la Eucaristía que abrió el Jubileo, el pasado 12 de diciembre: “Esta no es una celebración solo para las superioras, sino para toda la Vida Consagrada”. Mientras preparaba las celebraciones para este Jubileo, el Comité Ejecutivo de la UISG tuvo en mente la visión bíblica del mismo… Este año especial durante el que los esclavos y prisioneros fueron liberados, las deudas pagadas y la misericordia de Dios se manifestó. ¿Cómo, entonces, hacer realidad esta visión práctica en nuestros días?
El Jubileo de la UISG hace de puente entre otras dos celebraciones de la Iglesia universal: el Año de la Vida Consagrada y el Año de la Misericordia. Como religiosas, oímos claramente la llamada a ser misericordiosas, a abrir nuestros corazones y nuestras vidas a aquellos que están en los márgenes de la vida. El Jubileo exigía una acción concreta que fuera un signo profético de lo que somos como religiosas. Las llamadas a la libertad, la seguridad y el bienestar de cientos y miles de emigrantes que cruzaron desiertos y mares, arriesgando todo por una vida mejor para ellos y sus hijos, nos llegó al corazón.
Tras los trágicos hundimientos en la costa de Lampedusa en octubre de 2013, se estableció un grupo de trabajo, liderado por Elisabetta Flick, sa. Tras muchas visitas a Lampedusa y Sicilia para aprender del personal diocesano, de grupos laicos y religiosos, el proyecto Migrantes de la UISG tomó forma. El cardenal Montenegro pidió hermanas que fueran flexibles, que supieran escuchar y acompañar a aquellos que llegaban a las costas de Sicilia, así como servir de puente con las gentes locales.
Dos pequeñas comunidades de hermanas se establecieron la semana pasada en Ramacca y Agrigento. Estas diez hermanas de ocho congregaciones y culturas diferentes son un signos del Jubileo y testigos del futuro. Demuestran el deseo de los miembros de la UISG en su búsqueda constante de maneras para servir a la Iglesia y al mundo, viviendo y trabajando colaborativa e interculturalmente.
Adaptando las palabras de Francisco, nosotras, miembros de la UISG, reconocemos que durante este tiempo de Jubileo cada hermana es llamada “a curar heridas, calmándolas con el aceite del consuelo, vendándolas con misericordia y curándolas con solidaridad y cuidado vigilante”. Solo entonces nuestro Jubileo será celebrado realmente.
En el nº 2.971 de Vida Nueva