Obras son amores

Carlos Amigo, cardenal arzobispo emérito de Sevilla CARLOS AMIGO VALLEJO | Cardenal arzobispo emérito de Sevilla

En corporales y espirituales se vinieron en llamar las obras de misericordia. No son solo ayudas ante la necesidad del prójimo, sino, como las raíces de la palabra explican, se trata de liberar el corazón para que pueda ser fiel a sí mismo y desbordarse en comprensión, piedad, buenos sentimientos.

La misericordia significa fidelidad a Dios, Padre de toda bondad, y lealtad con uno mismo. El pecado ha creado un enorme boquete de insensibilidad y dureza en el corazón del hombre. El amor redentor de Cristo rellena ese enorme vacío de amor con la gracia de la misericordia.

Dar de comer al hambriento y de beber al sediento, ofrecer posada al necesitado, vestir al desnudo, visitar al enfermo, socorrer a los presos y enterrar a los muertos. Son obras de misericordia recogidas en el capítulo de las corporales. Enseñar, dar buen consejo, perdonar y consolar, tener paciencia y rogar a Dios por todos, lo están en el de las espirituales. Se enumeran siete en cada grupo. Ni que decir tiene que son muchas más y que espíritu y carne son expresiones de la totalidad de la persona. El número siete quiere decir plenitud, perfección, lo que no tiene límite: ¡hasta setenta veces siete!

Si tuviéramos que hacer en estos momentos un listado de las obras de misericordia que necesitan practicarse, y eligiendo también el número de siete, tendríamos que poner indudablemente: proteger el medio ambiente; acoger al refugiado y al inmigrante; buscar un techo para el que casa no tiene y acoger al desahuciado; ofrecer y procurar trabajo al desocupado; dar participación al excluido; ayudar en la integración de quien llega; trabajar en favor de la paz. Entre las obras espirituales tendrían que aparecer indicadas: hablar con Dios; hablar de Dios; fortalecer la fe del indeciso; amar a la Iglesia; comprender y apoyar a quienes nos sirven; sentir, valorar y defender a la familia; vivir y anunciar el Evangelio.

El papa Francisco, al abrir hace unas pocas semanas la Puerta Santa de la Misericordia, dijo que significaba descubrir la profundidad de la misericordia del Padre, que acoge a todos y sale personalmente al encuentro de cada uno; y, al mismo tiempo, que al cruzar esa puerta se refuerza también el compromiso de hacer nuestra la misericordia del Buen Samaritano, que no es otro que Jesucristo, la misericordia hecha carne.

En el nº 2.972 de Vida Nueva

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